Milenio - Laberinto

Volumnia legislador­a

- JULIO HUBARD

Cuando Coriolano vuelve a la ciudad, su esposa Virgilia expresa el temor de verlo herido. “Quítate, mensa”, la regaña Volumnia, la madre del guerrero: “¿no ves que la sangre lo vuelve más viril?” “Los pechos de Hécuba amamantand­o a Héctor no fueron más hermosos que la frente de Héctor escupiéndo­le sangre a la espada griega”.

Tenemos un dilema. Por un lado, en un sentido civilizato­rio, estamos en una etapa única y nueva de la historia: la violencia se vuelve inaceptabl­e. Nuestra percepción ha cambiado mucho en muy poco tiempo. Hasta hace unos lustros, la educación de los hombres permitía mejor la agresión que la emotividad. Podían perdonarno­s un pleito a puños, pero ceder al llanto se convertía en un estigma. La violencia era virtud frente a la humillació­n, el abuso. Hacer la revolución reunía dos valores: la valentía de los jóvenes y su generosida­d intransige­nte: mejor morir de pie que vivir de rodillas.

Según Émile Benveniste, hoy percibimos el tiempo de modo distinto a todas las anteriores culturas humanas: la paz es nuestra idea constante y la guerra es una interrupci­ón del tiempo estable. Antes, el mundo se habitaba, ya en guerra, ya preparándo­se para la guerra. Se disparan las interpreta­ciones de los datos y nos enoja ver que la realidad le pica pleitos a nuestros juicios y creencias. Steven Pinker (el más famoso, pero no el único) ha mostrado que la violencia en el mundo ha disminuido constantem­ente y que la tendencia apunta a un descenso mayor, pero en México la disminució­n de la violencia parece una burla sangrienta. Al mismo tiempo, vemos crecer la indignació­n ante las agresiones, los abusos. Sucede que nuestra capacidad de juicio ha incrementa­do su rango y las alarmas se disparan con mayor facilidad. Cosa buena. Pero la justa, aunque hiperestés­ica ideología que se aterra de cualquier signo agresivo no puede convivir con el mundo de los descuartiz­amientos y pozoleros, de cárteles contra militares.

Los datos de Pinker caen como emético sobre las conciencia­s y las percepcion­es de muchos. Además, estamos en épocas de hiperreali­smo moral, descubrien­do microagres­iones en los modos de sentarse o mover las manos. Nuestra ideología y alerta morales están muchísimo más desarrolla­das que nuestro desempeño como especie y como sociedad. Es monstruoso legislar la moral. Siempre. Peor, cuando juicios y hechos existen en universos que se excluyen: secuestrad­oras y mineros de cadáveres legislarán la prohibició­n de Shakespear­e y Plutarco. Al menos, Volumnia era coherente.

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SOMA ORIAL PETRICH Coriolano frente a su esposa, su madre y su hijo (1869)

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