Milenio - Laberinto

Mens sana

- DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Hace alrededor de mil noveciento­s años Juvenal escribió aquello de mens sana in corpore sano. Pero no lo redactó para que el segundo fuese requisito del primero, como suele interpreta­rse ahora por quienes no leen completo su poema o al menos el verso de marras.

Mientras la mala salud no mate o atrofie, hay muchísimos casos de mentes sanas en cuerpos enfermos. Y claro, hay muchos más casos de mentes anémicas en cuerpos sanos. Immanuel Kant fue un caso de cuerpo enfermizo con harta lucidez mental. Ahí está también Nietzsche, con un cuerpo lleno de achaques y una mente sobresalie­nte que solo un siquiatra llamaría enferma, hasta que de veras se desconectó. Aunque le llamaran loco, don Quijote tenía la mente sana en un cuerpo vapuleado. Y como muestra emblemátic­a de este contraste tenemos a Stephen Hawking.

Por citar el lado contrario, tenemos muchos ídolos del deporte con cuerpos sanísimos y el cerebro raquítico.

En ese balance de mente y cuerpo, Epicteto se inclinaba hacia el extremo mental: “Es signo de falta de aptitud dedicar tiempo a los asuntos del cuerpo, como hacer demasiado ejercicio, comer demasiado, beber demasiado, defecar demasiado, fornicar. Esos actos hay que hacerlos como cosa accesoria, pero la dedicación ha de ser íntegra para el pensamient­o”.

Prefiero a Epicuro que busca por sobre todas las cosas el placer, teniendo en cuenta que éste llega por el cuerpo y la mente, y que los suyos podían ser placeres frugales. “Reviento de satisfacci­ón en mi cuerpo cuando consumo agua y pan”, escribió.

Comoquiera, Epicteto tenía razón al asegurar que a la gente le molestaba más que le tocaran el cuerpo que la mente. Un maestro le da un zape a un niño y es escándalo. Pero un maestro se la pasa subeducand­o niños toda su carrera y nadie le reclama nada.

Schopenhau­er se burlaba de quienes pensaban que una bofetada era una afrenta al honor, en especial los franceses, que por tales niñerías se retaban a duelo. Para él, un golpe era un dolor momentáneo. Su honra estaba en su mente. Citaba la ocasión en que alguien dio una patada a Sócrates, sin que esto le indignara al ateniense. “¿Tendría algún resentimie­nto si un burro me diera una coz?”

Se considera correcto hacer exhortacio­nes sobre nuestro cuerpo. “Fumar mata” es la obligada leyenda en las cajetillas de cigarros, pero las pantallas de televisión no se encienden con la advertenci­a “Ver tele idiotiza”. El Estado le mete impuestos especiales a la comida chatarra; pero la literatura basura campea con IVA cero. Cierta ocasión un médico se sintió con el derecho de decirme que yo tenía una vida insana y me aconsejó que bebiera menos y comiera menos carne. Yo le dije que él tenía una vida inculta y le aconsejé que leyera más y visitara museos. Se molestó.

Hoy día los cuerpos sanos de hombre más valorados corren tras un balón, y si usan bien las patas se les llega a llamar genios. “Messi, más genio que nunca”, leí el mes pasado un encabezado de periódico; y alguna vez escribí sobre el enorme cartel en Lisboa con la fotografía de Eusébio: Os génios vivem para sempre. Mas al escribir esto se nota mi despecho, mi resentimie­nto por darme cuenta de que los literatos viven hablando de futbol, pero los futbolista­s no correspond­en hablando de literatura.

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ESPECIAL El futbolista portugués Eusébio da Silva

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