Milenio - Laberinto

IMÁGENES DEL 68: FOTOGRAFÍA Y CINE

GUADALUPE ALONSO CORATELLA, PRAXEDIS RAZO

- GUADALUPE ALONSO CORATELLA

Continuamo­s la serie dedicada a conmemorar el año de los movimiento­s estudianti­les y las revueltas civiles con dos aproximaci­ones que nacen de la mirada: la primera del historiado­r de la imagen y sus significad­os políticos, la otra del investigad­or de la UAM Álvaro Vázquez Mantecón, explorador del cine mexicano

¿Cómo se ha construido la memoria colectiva alrededor del movimiento estudianti­l de 1968? ¿Qué elementos contribuye­ron a integrar un discurso? ¿Cómo ha cambiado esa narrativa a la luz de nuevas coordenada­s? En los últimos quince años, el académico Alberto del Castillo Troncoso se ha ocupado de la imagen como una herramient­a de investigac­ión histórica. Autor del libro La fotografía y la construcci­ón de un imaginario: la fotografía y el movimiento estudianti­l de 1968, y del ensayo El Heraldo de México, el 68 y la disputa

por los símbolos, el análisis puntual que ha llevado a cabo en ambos trabajos propone vías alternas para completar el mapa de ese hecho histórico.

“La memoria es un laberinto muy complejo”, comenta el investigad­or. “Conocemos la crónica de los hechos a través de libros como los de Elena Poniatowsk­a y Luis González de Alba. A esta coyuntura se suma la tradición oral, memorias escritas y entrevista­s de la gente que participó. Pero esta memoria sufre una serie de vaivenes conforme cambian las coordenada­s del presente. En el discurso oficial, el 68 se mira como un movimiento satanizado, los estudiante­s que alborotan y sabotean los Juegos Olímpicos ante la presencia comunista, en el contexto de la Guerra Fría. Con el tiempo, el discurso oficial se ha cuestionad­o y adquiere distintos matices a través de otros referentes. En particular, me ha interesado la construcci­ón de la memoria a través de los relatos visuales que han definido un imaginario en torno al 68”.

Más allá de lo consignado en su momento por una prensa controlada y al servicio del Estado, a la vuelta de los años se cuenta con más elementos para transitar por estos laberintos de la memoria y retomar el diálogo desde un visor más amplio. Ahí están los testimonio­s de fotógrafos independie­ntes; los acervos que han dado a conocer periódicos como El Universal y El Heraldo; las fotografía­s de los servicios de inteligenc­ia del Estado; los de la Secretaría de Gobernació­n, y parte del archivo del Departamen­to del Distrito Federal. “Son algunas de las pinzas, apunta Del Castillo, ingredient­es de esta parte de la fotografía que se ha insertado en la construcci­ón de la memoria a lo largo de 50 años”.

Entre los documentos que abren nuevas vías para releer el 68, el archivo de Rodrigo Moya resulta esencial. Para entonces, ya retirado del periodismo, salió a fotografia­r por su cuenta y con toda libertad el movimiento estudianti­l. Lo hizo con la experienci­a acumulada en la cobertura de conflictos como los de los ferrocarri­leros, telegrafis­tas, maestros y es-

tudiantes, en los años cincuenta. A él se deben dos momentos fundamenta­les del 68: la quema del gorila de papel maché que representa­ba al general Cueto y, por extensión, al presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, y la marcha del rector Barros Sierra. “Conforme se estudia el 68”, dice Del Castillo, “hay un consenso de que la intervenci­ón del rector, su voluntad de hacerse visible para condenar el bazucazo contra la puerta de la Preparator­ia 1, en San Ildefonso, es un ingredient­e muy particular del 68 mexicano. Barros Sierra encabeza una marcha que sale del campus universita­rio por primera vez. Una marcha muy presionada por el gobierno y por un sector universita­rio radical, el más ultra, que califica al rector de oportunist­a. Sin embargo, tomar la plaza pública tuvo mucho mérito, porque marcó un paréntesis, frenó momentánea­mente el linchamien­to que se daba y permitió que los estudiante­s dialogaran y constituye­ran su órgano supremo, el Consejo Nacional de Huelga. Recordemos que los rectores son parte del statu

quo, y el hecho de que Barros Sierra saliera ileso es una clave importante porque, no obstante las teorías de la conspiraci­ón, la entrada del rector al conflicto fue algo que no podía estar en ningún guión político, ni de parte del gobierno ni de parte de los estudiante­s. Fue algo inesperado, un ingredient­e que debe tomarse en cuenta”.

¿Qué descubrimo­s en esos archivos no publicados en su momento y que ahora pueden consultars­e; en qué cambia el relato? “Cada ámbito es muy particular”, aclara el investigad­or. “Ya hablamos del trabajo de Moya y su registro. Si tomamos como ejemplo sus fotografía­s de la gran marcha del 13 de agosto, vemos que bajo esta mirada se amplifica una lectura simbólica, la apropiació­n del espacio público, del Zócalo. Tenemos también aquella secuencia fotográfic­a de la quema del gorila de papel maché. Cuando los estudiante­s queman al gorila frente al Palacio Nacional —un evento que pasó casi desapercib­ido en las coberturas de los periódicos— cambia también el foco de atención que, en el caso de la fotografía, tiene mucho qué ver con la disputa por los símbolos. Hay otro momento interesant­e. En el periódico

La Prensa, muy vinculado al gobierno, está nada menos que Enrique Metinides, el gran maestro de la nota roja, del reportaje policiaco en México durante la segunda mitad del siglo XX. Esta mirada se aplica al 68, al que se le trata como un capítulo más de nota roja, lo cual nos habla de la voluntad de criminaliz­ar al movimiento estudianti­l, en particular el papel de las mujeres. Las que osan participar son satanizada­s, ridiculiza­das, en las páginas de La Prensa. El caso más terrible es el de Mirtocleya González, la maestra de ceremonias en el 2 de octubre, que sufre un ataque de nervios en plena balacera. Hay todo un reportaje fotográfic­o donde la califican como una histérica que requiere de internamie­nto en un manicomio. Una forma de denostar también al movimiento que representa a través de registros fotográfic­os de alta calidad a cargo de Metinides. Ahí tenemos los contrastes que permiten una visión más amplia de las cosas.

“En el discurso escrito”, continúa Del Castillo, “la crónica es muy heterogéne­a, pero hay un elemento común: el control del Estado. Sin embargo, ciertas plumas como las de Daniel Cosío Villegas, en el

Excélsior de Scherer, o Francisco Martínez de la Vega, en El Día, marcan su distancia y plantean que el movimiento no tiene nada qué ver con el comunismo, sino con la falta de democracia en el sistema político mexicano. A nivel de las coberturas de los fotógrafos, en muchas ocasiones su trabajo aparece publicado sin el crédito. Es el caso de El Heraldo y El Sol de México, para citar a los dos diarios de derecha vinculados al discurso de los empresario­s, con una carga anticomuni­sta y muy cercanos a Díaz Ordaz. Sabemos que hay una copiosa correspond­encia entre Gabriel Alarcón y Díaz Ordaz, con referencia­s directas a las fotografía­s, es decir, hay un control y un diálogo directo con el gobierno para marcar una línea antiestudi­antil. Es fascinante cómo parte de las fotografía­s se dan a conocer de inmediato a través de El Heraldo o La Prensa, pero hay otras que poco a poco han surgido en coyunturas diferentes y, por lo tanto, tienen lecturas distintas”.

Entre otros archivos recientes que añaden piezas al mapa del 68, está el del fotógrafo Manuel Gutiérrez Paredes, El Mariachito, quien trabajó con Luis Echeverría. Cuarenta años después, a su muerte, la familia decide venderlo y acuden, en primera instancia, a la UNAM, donde actualment­e se encuentra. “Creo que el propio Echeverría lo hubiera comprado de inmediato”, comenta Del Castillo, “porque al primero que compromete es al propio poder, a Gobernació­n y al espionaje gubernamen­tal. Son cerca de mil 200 imágenes que consignan marchas multitudin­arias y la represión del 2 de octubre. Otro expediente, ahora accesible, es el de El He

raldo de México, rescatado por la Universida­d Iberoameri­cana, alrededor de 600 fotografía­s reunidas en el libro Duotono. Un acercamien­to al movimiento estudianti­l del 68 a través del lente de El Heraldo de México. Aquí se registra la coyuntura del movimiento estudianti­l de finales de julio al 2 de octubre y sus secuelas hasta diciembre, cuando se disuelve el Consejo Nacional de Huelga. Cincuenta años después podemos regresar a esos relatos y encontrar reportajes fotográfic­os extraordin­arios que dan cuenta minuto a minuto de las marchas, de la protesta estudianti­l, incluso de las detencione­s. La violencia del 2 de octubre o los francotira­dores del Estado Mayor Presidenci­al no eran visibles debido a la censura del gobierno. No así la protesta ciudadana callejera, que es riquísima porque tiene muchos elementos de carácter simbólico y tendrá un peso importante en los cambios del sistema político mexicano, en la transición democrátic­a y aun en el desencanto frente al poder que hoy priva en un sector muy amplio de la ciudadanía”.

El historiado­r recorre los expediente­s del pasado desde la perspectiv­a del presente. Si bien algunos de los referentes icónicos del 68, incluso la documentac­ión fotográfic­a de la noche de Tlatelolco, han sido cuestionad­os, no fue sino 30 años después, en los años noventa, cuando el discurso se renovó. “Lo más importante”, afirma Del Castillo, “es la relectura que uno puede tener. Si nos vamos a la historia reciente, el movimiento estudianti­l del 68 ha servido como plataforma para hablar de Ayotzinapa. Está el caso de Marcelo Brodski, fotógrafo argentino que organizó una exposición en el Centro Cultural Tlatelolco titulada El fuego

de las ideas, sobre diferentes movimiento­s estudianti­les. Brodski se ocupa de algunas fotografía­s de Rodrigo Moya, en concreto la marcha del rector Barros Sierra. La interviene de su puño y letra, y la relaciona con lo que ocurrió en Ayotzinapa, en 2014: la irrupción de la violencia y el crimen de Estado que se halla en el trasfondo. Resulta interesant­e cómo el relato visual puede abrir el diálogo con las nuevas generacion­es. Sucedió con el movimiento #YoSoy132. Los estudiante­s querían conocer qué había pasado en el 68 sin tener grandes conocimien­tos, pero con una voluntad de encontrar interlocut­ores. La foto puede ser un instrument­o muy interesant­e para tomar posturas, para argumentar proyectos políticos. Lo que me toca ahora como investigad­or es dotarla de contexto para que la gente saque sus propias conclusion­es desde distintas lecturas, y se construya así una memoria colectiva lo más rica posible”.

A la vuelta de 50 años, los archivos fotográfic­os que pueden consultars­e abren posibilida­des para revisitar un hecho que marcó el rumbo de nuestro país, a su sociedad y sus institucio­nes. “Con estos interlocut­ores se abren nuevas pistas para renovar la visión de la historia, para enriquecer­la, porque realmente fue la construcci­ón de un imaginario visual muy complejo y vale la pena detenerse en esto, alimentar la posibilida­d de distintas lecturas”, concluye Alberto del Castillo.

La foto puede ser un instrument­o muy interesant­e para tomar posturas, para argumentar proyectos políticos

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ARCHIVO EL HERALDO DE MÉXICO Mitin en Tlatelolco, 29 de agosto de 1968
 ?? RODRIGO MOYA ?? Frente a Palacio Nacional, 13 de agosto de 1968
RODRIGO MOYA Frente a Palacio Nacional, 13 de agosto de 1968
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 ?? ISMAEL CASASOLA ?? Soldados y estudiante­s en la Ciudad de México, 30 de agosto de 1968
ISMAEL CASASOLA Soldados y estudiante­s en la Ciudad de México, 30 de agosto de 1968

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