A pesar de todo, nos movemos
La danza en México atraviesa por una etapa compleja marcada por múltiples contextos que hacen difícil la definición de su estado actual. Por un lado, la profunda crisis institucional de la que me he ocupado en ocasiones anteriores y cuya manifestación más evidente es el alarmante recorte presupuestal destinado a la danza nacional. Escuelas, encuentros y festivales han vivido el castigo creciente que implica esta crisis.
Para las compañías independientes el panorama es aún más complejo, pues la falta de recursos es la constante sobre la que ejercen su trabajo. A ello se suma el retiro de la gestión oficial que la Coordinación Nacional de Danza realizaba para facilitar espacios de montaje y ensayo a dichas compañías. El golpe es duro y afecta directamente a los esfuerzos por mantener la vida cultural y el desarrollo de la danza a flote, en un país que no solo vive una crisis económica, sino cultural y educativa, para la que el rol del arte podría ser una válvula que posibilite la búsqueda de rutas epistemológicas distintas a las actuales, quizá fallidas. Ninguna compañía puede mantener un ritmo de trabajo que implique pagar la renta de un salón acondicionado para sus necesidades mínimas.
El último factor que abona a esta crisis a la que me refiero es el reciente anuncio del INBA sobre la desaparición del Ballet Independiente argumentando “el cansancio de su directora, Magnolia Flores”. Vemos desaparecer una compañía que llevaba 51 años de trabajo, patrimonio de la cultura mexicana contemporánea. El trabajo de Raúl Flores Canelo se reducirá a nombrar un teatro y su obra pasará “a resguardo” del INBA. Archivada en video como pieza de museo.
También ha sido un error constante, aunque comprensible, que las compañías de danza dependan generalmente de una persona y no se proyecten como políticas culturales de largo plazo. La UNAM lleva una esfuerzo continuado por rebasar esa dinámica después de la muerte de Gloria Contreras y ha sido evidentemente difícil, pero valioso.
Por otro lado, y en contraste, está el esfuerzo de coreógrafos y bailarines por aferrarse a este modo crítico de vivir que es la danza. El encuentro de danza unipersonal, el reciente trabajo de Laura Rocha o la obra Los imprescindibles, de Arturo Serrano, dan cuenta de que, a pesar de todo, nos movemos.