Alta escultura
El 9 de marzo se inauguró Artz Pedregal, que exhibirá cinco esculturas permanentes, entre ellas una del francés Daniel Buren, figura imprescindible del arte conceptual del siglo XX que acompañó a Miguel Ángel Mancera y a la firma Sordo Madaleno Arquitectos en el corte de cordón de esta “plaza cultural”.
Este acto oficializa la falsificación de lo cotidiano y la homologación del consumo. En este “proyecto de escala urbana”, que presume estar diseñado bajo conceptos ambientales y sociales que buscan ampliar los espacios públicos y procurar la interacción social, la bella pieza de Buren, De la rotonda a la fuente. 5 colores para México, trabajo in situ. México 2018. Homenaje al Arquitecto Manuel Tolsá, se ve obligada a renunciar a su derecho a ser caminada, rodeada, para conformarse con ser escenario de los valet parking.
En los años ochenta, Buren había propiciado el debate sobre la integración del arte contemporáneo en edificios históricos; sus rayas blancas y negras (un motivo popular francés) evidenciaban una investigación minimalista que proponía una forma de atender cómo se presentaba el arte. Aquella vivencia es hoy, como la obra de arte, nostalgia. El paseador de mall ve limitada su intención de abrazar la pieza, que no puede ser contemplada totalmente desde ningún ángulo: por donde quiera que se trate, habrá un obstáculo. O quizá de eso se trate: de tapar.
Se sugiere que esta escultura es un trabajo in situ, un in situ muy parecido al exhibido en el Hospicio Cabañas, en 2014, aunque éste, para fortuna del espectador, sí expresaba el discurso de Buren en torno a la recontextualización del arte en un territorio arquitectónico (planteamiento que en esta “plaza de haute cultura” se aplana).
A esta escultura se suman el Quisco sonoro de Tania Candiani, que impacta por su manufactura y podría ser una invitación a conocer más de esta artista mexicana, y las bicicletas Forever de Ai Weiwei, también parte del paquete MACO, del cual aún faltan, de acuerdo a la página oficial de la feria, Autoconfusión de Cruzvillegas y A Forest in a Sea of Bronze de Cole Sternberg, aunque en el folleto de Artz Pedregal se omite ésta última y se incluye una obra de Ortega.
En este mall, el arte está en todas partes, hasta en el decorado de papel tornasolado que parece sacado de alguna galería glamorosa o en los aparadores de la boutique Tommy Hilfiger, donde los maniquíes conviven con unas llantas doradas que bien podrían ser de Betsabé Romero. O quizá solo es la antesala al “infierno de lo igual”, ese del que habla Byung-Chul Han.