El moralista entre nosotros
Hace ya casi 350 años, el duque de La Rochefoucauld escribió que “lo que con frecuencia nos impide abandonarnos a un solo vicio es que tenemos varios”. Aunque más cercano a Teofrasto y a Jean de La Bruyère, a quienes prolonga con el mismo ánimo pérfido, Álvaro Uribe ha compuesto sus Caracteres siguiendo esa máxima que suena tan justa como magnánima. Casi se diría que adelanta un gesto compasivo hacia el género humano.
Del becario al abajofirmante, del crítico al rebelde oficial, pasando por el antiholly woodense, la expropiadora y el newspeaker, los retratos que hallamos en esta inclemente galería provienen sobre todo del mundo de las letras y sus ceremonias. ¿Qué otro horizonte podría despertar la curiosidad de un escritor que se ha interesado lo mismo por el relato y la novela, por la biografía y el ensayo que toma la forma de Las vidas imaginarias de Marcel Schwob?
Sería inútil, sin embargo, querer encontrar los rostros y los nombres de quienes sirvieron como modelos. No estamos ante figuras de carne y hueso, a pesar de que en algunos casos se antojen reconocibles, sino ante personajes arquetípicos. Paseamos entonces por la caverna de Platón.
Los Caracteres huyen de todo emplazamiento al optimismo. Viendo, por ejemplo, a “El hombre de las ferias”, dedicado en cuerpo y alma a cultivar su imagen pública mientras sus libros se cuecen a la sombra de la ley del mínimo esfuerzo, uno se pregunta en qué mundo, de entre los peores posibles, las relaciones públicas importan más que el talento. Valorando, asimismo, los argumentos de “El exquisito”, a quien la sola mención de John Banville, y no se diga de Cervantes o Flaubert, le provoca una andanada de réplicas desdeñosas porque en su doctrina literaria solo hay cabida para una escritura que no hace otra cosa que mirarse el ombligo, uno se siente llamado a aceptar que en el circuito de los cánones editoriales es más fácil que un charlatán entre por el ojo de una aguja a un Dickens contemporáneo en el cielo.
¿Qué podemos obtener de estos Caracteres en la Babel del analfabetismo tuitero y el insulto anónimo? Pocas veces ha estado tan claro que la tendencia general de la literatura es una tendencia de falsos prestigios, cocteles tumultuarios y sonrisas a la cámara. En épocas de vacilación, se vuelve necesario consultar la brújula para no extraviarse entre el ruido y la bruma. Esa brújula puede tomar la forma de estos Caracteres a la mexicana pues, con los argumentos de la ironía y la escritura ceñida, propone una moral que se asienta en la risueña desconfianza.