“La maldad está en la condición humana”
La libertad del diablo documenta los motivos de los sicarios y el dolor de las víctimas del narco
Al margen de la cantidad de muertos generados por la guerra contra el narcotráfico, ¿cómo funciona la mente de las víctimas y los victimarios? En su documental La libertad del diablo, Everardo González propone una reflexión acerca de la violencia más allá de las cifras y la denuncia. Su objetivo es repensar la maldad como condición humana y cuestionar la indolencia ciudadana en relación a la estrujante realidad.
La libertad del diablo es una película sobre la gente y su relación con la violencia. ¿Qué la detona?
Decidí hacerla cuando MILENIO publicaba los ejecutómetros cada viernes y cuando Marcela Turati publicó su libro Fuego cruzado, donde hace una radiografía en torno a la violencia. Quería dar voz a la gente que la detona y a quien ejecuta las órdenes.
Sus entrevistados están enmascarados y miran directo a la cámara. ¿Quiso involucrar al espectador?
Hay una serie de decisiones estéticas. Una de ellas es el uso de la máscara. Borrar las facciones nos lleva a cuestionarnos quién es la víctima y quién el victimario. En su conjunto, los personajes forman un coro de dolor, terror y miedo. Por otro lado, elimina el prejuicio hacia el rostro de la maldad en México, que tiene referentes clasistas. Al tener un contacto visual permanente con el espectador trasciende el evento cinematográfico para convertirse en una experiencia de reconocimiento personal de la maldad.
¿La máscara dio más libertad de palabra a sus entrevistados?
La máscara es un elemento muy revelador dentro del drama. Saberse anónimo da libertad y facilidad de palabra.
En uno de los testimonios escuchamos a un soldado decir: “Es un asco ser militar”. Sin generalizar, la frase refleja algo.
Refleja el gran problema de la violencia en un contexto de guerra, sobre todo cuando atenta contra poblaciones civiles, cuando el bando contrario está en duda y cuando no se pelea el poder político. El soldado retrata los vínculos entre las fuerzas del orden y el crimen organizado en México. Sin duda, la declaración es fuerte y por eso el militar opta por la deserción.
La película plantea tangencialmente una crítica a la manera en que la sociedad se ha vuelto inmune a la violencia.
La película acusa la manera en que nos hemos vuelto una sociedad indolente. Quería hacer un ataque a la indiferencia, provocar una catarsis y cuestionar las ideas del espectador. Es un recordatorio de que no hay forma de darle la espalda a lo que sucede.
Desde los medios, el cine o la literatura, ¿cómo se está abordando la inmunización hacia la violencia?
Hay que entender que la gente no tiene muchas ganas de ver esto y necesitamos encontrar la forma o los mecanismos de acercarla. No podemos seguir alimentando a una sociedad tan indolente. Cada medio deberá encontrar la forma de trabajarlo.
¿Qué respuestas le dejó la película acerca de la maldad en el ser humano?
Todos somos capaces de cometer actos atroces. Mientras se nos vulnere o arrincone mediante odio y terror, estaremos en la posibilidad de cruzar la delgada línea de lo atroz. La maldad está en la condición humana, por eso la película es un abismo. Ver el documental invita a vernos en su espejo. Nos falta hablar de las guerras a partir de los conflictos humanos y dejar a un lado las cifras que, si bien son útiles para los estudios, no le dicen mucho al ciudadano común.