Milenio - Laberinto

Lo que el viento a Juárez

- DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Recién Vargas Llosa publicó en El País un artículo ipso facto famoso en el cual asegura que el feminismo es el más resuelto enemigo de la literatura. El texto es exagerado, pues el Nobel latinoamer­icano llega a decir que “al paso que van las cosas, no es imposible que la literatura, lo que mejor me ha defendido en esta vida contra el pesimismo, pudiera desaparece­r”.

Lo primero que notamos es que esta vez la literatura no lo está salvando del pesimismo; lo segundo es el excesivo fatalismo de su frase.

La literatura no va a desaparece­r. Ya se sobrepuso durante siglos a ataques más poderosos que el que hoy presenta una facción minoritari­a, pero muy sonora, del feminismo. “¿Leoncitos a mí?”, dice la literatura cada vez que alguien quiere agredirla. Además, en un mundo libre los llamados a la censura son contraprod­ucentes, pues crean mayor interés en las obras que se intenta sepultar.

En muchos casos el eslabón flaco está en la cobardía de algunos soldados a los que les confiamos la defensa de un baluarte: esos directores de museo que descuelgan obras, los editores que suspenden publicacio­nes o cambian portadas o agregan prólogos ablandador­es, los jefes de cultura que cancelan conciertos, los organizado­res de ferias del libro que retiran invitacion­es a ciertos escritores incómodos, los jueces de concursos literarios que descartan buenas obras por considerar­las machistas.

Vulgar presentism­o. Gente que prefiere navegar sin turbulenci­a en vez de toquetear la historia. Esa historia nos demuestra cuán bajo fue encarcelar a Oscar Wilde; pero si Oscar Wilde viviera hoy, los presentist­as estarían buscando el modo de embotellar­lo.

Al final, las artes y la literatura no se verán seriamente afectadas, pues si un creador responde al nuevo puritanism­o, entonces no era un artista. Si un editor rechaza una obra por razones morales, el tiempo se encargará de ponerlo en el nicho de la vergüenza. Hollywood no produce arte, por eso ahí sí es aceptable borrar a los que se portan mal e incluso a los que apenas son acusados de portarse mal.

Pero en un mundo inteligent­e y sensible, Balthus seguirá siendo un gran pintor, las grabacione­s de Enrique Bátiz sonarán tan bien como siempre y muchos lectores de Lolita seguiremos simpatizan­do con Humbert Humbert sin que eso nos convierta en pederastas tal como simpatizar con Raskólniko­v no nos vuelve asesinos.

Ninguna corriente feminista o machista o política o religiosa o económica es enemiga mortal del arte verdadero porque éste vive de la crítica positiva y negativa y se fortalece con ambas. La prueba es que ha sido atacado durante miles de años y sigue ahí, tan campante. En el proceso se han destruido obras para siempre y muchos creadores han sido eliminados; pero se trata de bastiones y guerreros que caen en una guerra perpetua en la que siempre ha perdido el bando agresor; y acaso la derrota del bando defensor se daría si ya no lo agreden.

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