El futuro como reto
En días recientes se ha desencadenado una fuerte polémica en torno a los resultados de la puesta en escena de La consagración de la primavera por parte de la Compañía Nacional de Danza. Mi apuesta en este espacio fue conceder el beneficio de la duda estableciendo cuáles eran los elevados parámetros y antecedentes que existían sobre la pieza.
El resultado no fue nada satisfactorio y la crítica fue implacable. Con observaciones que fueron desde la pobreza coreográfica hasta la inexactitud temática, la puesta en escena resultó una gran decepción. Sin embargo, hay un aspecto que se puso a debate y sobre el que quisiera reflexionar.
Muchos críticos, columnistas, coreógrafos y bailarines centraron su inconformidad en los aspectos que he mencionado. Uno en particular fue recurrente: la cantidad de dinero que se destinó a la compra de derechos de la obra y el trabajo (incompleto) del coreógrafo Demis Volpi. Efectivamente: una cantidad exorbitante apostada a un solo proyecto de resultados tan pobres provoca irritación y crítica. El tema es cómo abordamos esta crítica.
El problema no radica en la inversión para proyectos artísticos, sino en su distribución y los criterios para asignarla. Ha sido un reclamo recurrente y sistemático el aumento a la inversión en arte y cultura en el país, pues es a todas luces insuficiente y resulta peor observar que se concentra en proyectos tan de corto plazo y sin mayor impacto a nivel artístico y mediático. Se instala entonces el cuestionamiento sobre para qué invertir entonces en despropósitos como ése; y es ahí donde no podemos reducir el tema a un asunto de inversión, sino de proyecto. ¿En qué y para qué se invierten los recursos? ¿Quién y sobre la base de qué criterios los asigna y distribuye? El tema está sobre la mesa y deberíamos analizarlo con suma responsabilidad.
Muchas compañías y solistas en México dedican esfuerzos extraordinarios con menores o nulos recursos. Hace unos días vi a la compañía Barro Rojo en una función en la calle Vizcaínas y sigo asombrada por la conexión que entabla la danza honesta y libre. Los días 6, 7 y 8 de abril visitan la UNAM, la Sala Miguel Covarrubias, con tres piezas coreográficas que plantean “el futuro como un reto”. Son tiempos de resistir y aceptar los retos para seguir existiendo.