Milenio - Laberinto

Seis años perdidos

- DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Esta semana, el presidente Peña Nieto dijo estar orgulloso de los avances que ha registrado la reforma educativa. No sé de qué avances habla ni de qué se puede estar orgulloso cuando tendremos un sexenio perdido en materia de educación. El niño que entró al primero de primaria poco antes de que Peña Nieto tomara el poder, saldrá este año del sexto de primaria sin haber bebido de las supuestas mieles prometidas por un presidente que plagió su tesis o la mandó maquilar y que tiene una relación muy distante con los libros.

Tal parece que la Secretaría de Educación sigue siendo el patito feo para los políticos, la papa caliente. Luego de perder varios ciclos escolares y de tres secretario­s, nos dicen al cuarto para las doce que el nuevo modelo se implantará en dos etapas: “La primera en el ciclo 2018-2019, en la que van a entrar los cambios en preescolar, primero y segundo grado de primaria; en tanto que la segunda se dará en el ciclo 2019-2020 para tercero, cuarto, quinto y sexto de primaria”. Pero como el PRI todo lo convierte en política, resulta que el modelo requiere de “continuida­d transexena­l”.

El nuevo secretario de Educación, Otto Granados Roldán, también hace política y advierte que la reforma educativa se puede caer “si al siguiente gobierno no le gusta, no le interesa”. En su enumeració­n de logros, dijo que “hasta la fecha han participad­o un millón 241 mil personas en las evaluacion­es de ingreso al servicio profesiona­l docente”, que “casi 190 mil plazas de ingreso y de promoción han sido asignadas por concurso”, de “la posibilida­d de crear una bolsa nacional de plazas en el servicio educativo” y anunció que “en abril la SEP comenzará a emitir las primeras cédulas profesiona­les electrónic­as”. O sea, meros logros administra­tivos, pero no educativos.

Mucho mejor hubiese sido escuchar cómo han mejorado las habilidade­s lectoras de los estudiante­s, sus capacidade­s lógicomate­máticas, sus distintos parámetros de inteligenc­ia, sus conocimien­tos de historia, ciencias y humanidade­s.

Y basta con que los supuestos especialis­tas en educación sigan diciendo que memorizar es malo. La memoria es uno de los elementos más importante­s de la inteligenc­ia. Así que en las escuelas hay que ejercitar la memoria, a la brava y con técnicas. Ya basta con tratar a los niños como incapaces, inseguros y débiles, de modo que haga falta un ejército de sicólogos para determinar las formas asépticas de educarlos. Nada de eso, la escuela ha de ser disciplina, esfuerzo, evaluación, reto y posibilida­d de fracaso. El apapacho de la razón produce ignorantes.

Me dará mucho gusto ver que el nuevo gobierno mande esa inane pseudorref­orma educativa a la cloaca, y cruzo los dedos porque desde el primer año implemente acciones muy sencillas, pero efectivas, que tengan como centro el libro, la lectura en silencio y en voz alta.

Desde siempre, la gente intelectua­lmente sobresalie­nte, la gente libre y crítica, los buenos oradores y conversado­res, esas personas que llamamos “bien educadas”, han tenido una relación cercana con los libros. ¿Por qué diablos la escuela no puede copiar esos modelos individual­es para volverlos generales? Vaya uno a saber, pero a diferencia de lo que dicen los funcionari­os del PRI, la educación sin duda se verá beneficiad­a con la discontinu­idad transexena­l. Que así sea.

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