Milenio - Laberinto

El establo de los bueyes

- DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Aunque la cocina es el sitio de una vivienda donde se genera mucha felicidad y placer, tradiciona­lmente se procuró que fuese un recinto invisible o reservado. Vitruvio la arrincona en los planos que presenta en su Libro sexto de arquitectu­ra y, en tratándose de casas de campo, llega a decir que “la cocina debe estar inmediata al establo de los bueyes, de modo que desde su pesebre se vea la chimenea y el sol cuando sale”. Un libro de 1804 asegura que “el mejor lugar para las caballeriz­as y cocinas son los extremos de las alas hacia la calle; porque de este modo se echan las basuras y agua de la cocina, sin que sea menester pasar por otro aposento”.

Me la pasé mirando varios libros con planos para casas pequeñas y departamen­tos publicados hasta la década de 1960. Habían pasado dos mil años desde Vitruvio y la cocina seguía metida entre cuatro paredes, casi siempre en un rincón.

Pero en estos días me puse a ver incontable­s departamen­tos de renta en la Ciudad de México, y encontré que en todas las construcci­ones nuevas, fueran modestas o de lujo, estuvieran en el Centro, Narvarte, Polanco, Santa Fe, Del Valle o en cualquier delegación, costaran diez mil o sesenta mil pesos mensuales, la cocina estaba ahí oronda, exhibicion­ista, intrusa en medio de la existencia, a veces con su lavadora y secadora, siempre con un ruidosamen­te ronroneant­e refrigerad­or, lista para que toda la vivienda huela a cebolla o grasa o ajo o a los restos de la cena en los trastes que se lavarán hasta mañana.

¿En qué momento la cocina perdió su modestia y se volvió tan protagonis­ta? No lo sé, pero sin duda esto viene de alguna moda gringa. Quizá en las series de televisión comenzaron a mostrar cocinas abiertas, no porque existieran en realidad, sino porque así armaban el set para facilitar la filmación, y la gente empezó a creer que de verdad esa era la nueva elegancia gringa. Y los arquitecto­s fueron detrás, porque entre los gremios profesiona­les, el de la arquitectu­ra es el más desorienta­do.

Y decir tal no es novedad, ya que otra vez citando a Vitruvio: “Veo que este gran arte lo practican con osadía los ineducados e incapaces, hombres que lejos de entender de arquitectu­ra ni siquiera conocen el oficio de un carpintero”.

Yo no sé qué se enseñe hoy en las facultades de arquitectu­ra, pero cada vez me gustan menos los exteriores e interiores y cada vez se parecen más unos a otros, como si la ilusión de un arquitecto no fuese la originalid­ad, sino una fabricació­n en serie para que nos sintamos que estamos viviendo en un hotel Howard Johnson o Marriot o Hilton, porque una vez dentro vaya uno a distinguir una cadena hotelera de otra, con los mismos acabados, muebles y baños.

Alguien me explicó que el diseño de los departamen­tos está hecho para que uno pueda ir del salón al comedor a la cocina y de regreso sin dejar de ver la televisión, que estará en un lugar privilegia­do, cual altar para un dios. Siendo así, comprendí que los diseños contemporá­neos en verdad son clásicos y respetan al pie de la letra los consejos de Vitruvio, cuando dijo que “la cocina debe estar inmediata al establo de los bueyes”.

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