Baile a la vida
Lo primero que viene a la mente con la película
Aún más bella es el diálogo de Pasión de amor de Ettore Scola, en el que un hombre que se parece a Toulouse–Lautrec dice al protagonista que es imposible que un tipo guapo se enamore de una fea. “Al revés sucede siempre”, sostiene, “muchas mujeres hermosas se enamoran todo el tiempo de hombres feos”. Casi 30 años han pasado desde Pasión
de amor y uno de los eventos más importantes que han sucedido, desde el punto de vista social, es el de la reivindicación de la dignidad femenina. Aún hay quien piensa que una mujer vale por su belleza pero la verdad es que poco a poco se desmorona esta idea. A decir verdad, tanto
Pasión de amor de Scola como Aún más bella de Anne– Gaëlle Daval sostienen no solo que un hombre guapo puede enamorarse de una fea sino que la noción de que la dignidad de una mujer estriba en su belleza es profundamente equivocada. Y es en este punto donde la película Aún más bella resulta pertinente desde el punto de vista histórico. En mayo pasado, 82 mujeres de todo el mundo marcharon en Cannes para exigir igualdad de trato laboral en el mundo del cine entre hombres y mujeres. La marcha fue corolario al movimiento #MeToo con el que se exigía que las mujeres dejaran de ser vistas como objetos sexuales. Porque el principio de la explotación estriba justamente en lo que se deduce de lo dicho por aquel hombre al final de Pasión de amor: una mujer vale por su apariencia y nada más. En cambio, en Aún más bella Lucie, la protagonista, se demuestra, primero que nada a sí misma, que puede ser hermosa a pesar de haber perdido el cabello durante una serie de quimioterapias, que puede ser feliz a pesar de estar muriendo y que, como dice su hermano, los hombres a veces pueden ser solidarios. El principal atractivo de esta película está en que no adolece de falsa inocencia. Porque la directora sabe que aún hoy el único galán que puede darle a esta mujer sin maquillaje, pasada de los cuarenta y con una peluca corriente, es un narcisista que sin embargo sufrirá su transformación y será capaz de mirar más allá. En efecto, también los narcisistas tienen esperanza. Y la familia disfuncional. Y la hija con sobrepeso. Lejos de la visión mediocre de la familia perfecta a la que nos acostumbró el cine y la televisión de Estados Unidos en la década de 1950, Aún más bella presenta un retrato, no de lo que debería ser, sino de lo que está sucediendo: que hay amor en las familias imperfectas, que hay hermosura en un ballet para mujeres con sobrepeso, que el ideal estético de los anuncios de yogurt es decadente. Porque Aún más
bella no habla solo de la belleza de la mujer; habla de la belleza del género humano en su condición de enfermo. Habla de encontrar sentido a la vida aún cuando se esté acabando, de amar a una madre que no ha sabido ni ha podido hacerlo mejor. Aún
más bella es una película tan hermosa como su protagonista. Una visión superficial nos llevaría a mirarla con desagrado, como si fuera una película fea, pero si nos fijamos bien veremos el extraordinario sentido del humor de Florence Foresti, una artista en el más amplio sentido de la palabra. Porque a veces hace reír y a veces conmueve creyéndose sola y desnudándose en un invernadero en el que muestra que realmente es hermosa. En efecto, fuera de los cánones dictados por publicistas, hay hermosura en la dignidad de decir: si esto es la vida, venga, que suceda otra vez.
Aún más bella presenta un retrato, no de lo que debería ser, sino de lo que está sucediendo