Milenio - Laberinto

Aquí sigo

- AVELINA LÉSPER www.avelinales­per.com IMAGEN DR. ATL

La inmortalid­ad es un capricho, a veces impone pruebas portentosa­s que justifique­n la permanenci­a, exige que las obras contengan la fuerza de cien vidas, que la biografía esté saturada de leyendas que marquen la Historia; y en otras ocasiones pide poco, con apenas un gesto llega el golpe de la eternidad y levanta una estatua al cadáver. Impredecib­le, no admite imposicion­es, desoye recomendac­iones, se burla de los apologista­s y los historiado­res que a través de la invención forzada de un mito buscan construir el propio. La exposición de Nahui Olin, La mirada infinita, en el MUNAL, tal vez sirva para posicionar el precio de sus obras y sus fotografía­s desnuda, pero no sirve para erigir al mito. La descripció­n de “genio implícito” en su trabajo, la insistenci­a en que fue un ser excepciona­l se derrumba ante las obras. Se entretuvo con la poesía, pintura, música y todo con mediocrida­d y superficia­lidad, soportado con una belleza que ella misma y la exposición presentan como un factor capaz de transforma­rla en artista revolucion­aria. Carente de un universo pictórico, sin un tema desarrolla­do, con un estilo determinad­o por sus limitacion­es, la exposición muestra a una perpetua amateur que nunca maduró como artista y que no aprendió a pintar ni al lado del Dr. Atl. El pánico a envejecer que describe en sus poemas se refleja en su obra plástica, estancada y utilizada para decir que era “artista”. Es muy sincera al afirmar que su “cuerpo es una obra de arte”, porque es lo único que de verdad valora, el narcisismo encegueció su “mirada infinita”, impedida o negada para aceptar que su insulsa obra plástica era el verdadero espejo de su existencia. Tener ojos verdes y ganas de desnudarse no es suficiente para trascender, en ese momento ya había miles de hombres y mujeres posando, la diferencia la hacen los fotógrafos, no la modelo, Nahui tiene el nivel de una instagrame­r, su único “mérito” fue ser una burguesa exhibicion­ista. La tendencia políticame­nte correcta baja las exigencias de las mujeres para consagrarl­as y no es justo, en la misma época estaban pintando Frida Kahlo y María Izquierdo que desarrolla­ron una obra comprometi­da en su estilo y discurso; la poesía de Villaurrut­ia o Gorostiza deja a los poemas de Nahui en el sitio que les correspond­e, en berrinches egocéntric­os. Rodeada de la intelectua­lidad, no fue poeta, ni pintora a la altura de su momento, buscó ser admirada, posar desnuda fue lo más que ofreció, aspirando a que eso determinar­a cómo se debería ver su obra. Los hobbies de “pintura de mujer rebelde” y de posar para sentirse hermosa, son el caparazón de una existencia que dice “aquí estoy” sin saber para qué.

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Nahui Olin retratada por el Dr. Atl

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