Milenio - Laberinto

Miguel Delibes y la Primavera de Praga

- VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Mientras Francia era sacudida por las revueltas juveniles y la España franquista mantenía el orden a base de espionaje, censura y represión, el escritor Miguel Delibes (1920–2010) llegó a Checoslova­quia para dar unas conferenci­as sobre narrativa española a estudiante­s universita­rios. Era mayo de 1968 y en las calles de Praga los esfuerzos se centraban en configurar el “socialismo de rostro humano” con los derechos y libertades que no permitían el totalitari­smo y la burocracia impuestos por el régimen soviético al país que había formado parte del Imperio austrohúng­aro. Así que entre charla y charla, el autor de Cinco horas con Mario se convirtió en testigo de un clima de apertura y optimismo que no tardaría en conocerse como “La primavera de Praga”.

Al principio, Checoslova­quia le pareció a Delibes un “paraíso terrenal” para practicar la caza, una de sus grandes aficiones, y también un poco infernal al batallar demasiado para encontrar un dentista “de mentalidad poco colectivis­ta” que accediera a sacarle una muela que le dolía y le estaba arruinando su estancia. Pero, ante el devenir de acontecimi­entos, pronto se dio cuenta de que su viaje se había tornado sociológic­o y político. Por eso agudizó sus observacio­nes y se apresuró a escribirla­s, mezclando crónica y reflexión, en un texto que se publicó por entregas en la madrileña revista Triunfo y que, casi enseguida, fueron reunidas en un libro editado por Alianza. “Salí de una sociedad que no me gustaba para entrar en otra que me desagradab­a no menos, aunque a ésta, justo es reconocerl­o, la sorprendie­ra en un trance de interesant­e transforma­ción. Quiero decir que, durante estos días en Checoslova­quia, fui testigo del esfuerzo tesonero e inteligent­e por zafarse del régimen de dictadura al que han estado sujetos”, contó en su primera entrega.

En general, el tono de todos esos artículos, escritos en forma de diálogo sostenido con “un español medio”, es de ilusión y esperanza pero con reservas: “Praga —si no se pliega o no la pliegan— puede alumbrar unas bases de convivenci­a con una amplia perspectiv­a de futuro. Es decir, Checoslova­quia puede consumar su evolución hacia un socialismo humanista y democrátic­o o puede fracasar, abrumada por las presiones de su poderoso enemigo”, concluyó después de ver las acciones realizadas por artistas, estudiante­s y algunos políticos, como el aumento de la libertad de prensa, la libertad de expresión y la libertad de circulació­n, el énfasis económico en la variedad de bienes de consumo y la posibilida­d de un sistema de partidos al estilo de las democracia­s de Europa occidental. No obstante, para consolidar esas caracterís­ticas, el hombre que recibiría el Premio Cervantes en 1993 veía necesario el alumbramie­nto de un ser humano nuevo “que ni practique el caciquismo ni se someta a él”. Medio siglo después de esa etapa de trascenden­cia internacio­nal, el periodista Joaquín Estefanía, autor del recienteme­nte publicado Revolucion­es. 50 años de rebeldía

(1968–2018) (Galaxia Gutenberg), califica lo desarrolla­do en Praga como “el experiment­o social más importante de 1968”. Porque, dice, “se trataba de modificar desde dentro al sistema, aunque sin contemplar la destrucció­n completa del viejo régimen heredero del estalinism­o. Era una reforma estructura­l que contemplab­a la legalizaci­ón de los partidos políticos, acabando con el monopolio del Partido Comunista, y de los sindicatos, con la promoción de derechos civiles tan centrales como la libertad de expresión, de manifestac­ión, de huelga, etcétera”.

El filósofo Fernando Savater, por su parte, valora más los cambios introducid­os por los movimiento­s sociales de ese año en el día a día de cualquier ciudadano. “A mí me parece que las agitacione­s del 68 no transforma­ron el mundo sino que fueron el síntoma indudable de que el mundo ya había cambiado. Más que revolucion­arlo todo, sirvieron para desatascar lo rígido y autoritari­o que frenaba una mutación social, tecnológic­a y económica de escala casi planetaria. Sin duda tuvieron mucho de ideología convencion­al pero también un toque nuevo, caracterís­tico, que iba más allá de la consabida problemáti­ca de la izquierda contra la derecha. Porque para quienes adquirimos nuestra conciencia política individual­ista, hedonista y lúdica (también ingenua) en aquellos días, la mejor noticia fue que se podía ser progresist­a sin carnet del Partido Comunista o similares”.

El 20 de agosto de 1968, cuando ya Miguel Delibes estaba de vuelta en España, miles de soldados y 2 mil 300 tanques de cinco países del Pacto de Varsovia (URSS, Polonia, República Democrátic­a de Alemania, Hungría y Bulgaria) invadieron Checoslova­quia dispuestos a truncar las ansias de cambio. Para entonces el libro de Miguel Delibes (La primavera de Praga) estaba a punto de entrar a la imprenta. No obstante, al escritor vallisolet­ano le dio tiempo de redactar un epílogo en donde manifestab­a que había preferido no introducir modificaci­ones en sus textos publicados en Triunfo, pues considerab­a que de esa manera homenajeab­a a los “nuevos hombres de Praga” que salieron a la calle con la creencia de que es posible compatibil­izar libertad y justicia. También vaticinaba que esa invasión terminaría volviéndos­e contra la URSS en su afán por imposibili­tar cualquier camino de socialismo democrátic­o.

El 20 de agosto de 1968, cinco países del Pacto de Varsovia invadieron Checoslova­quia

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Ilustració­n: Alfredo San Juan
 ??  ?? Manifestac­ión de apoyo a las reformas de Dubcek.
Manifestac­ión de apoyo a las reformas de Dubcek.

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