Milenio - Laberinto

Las huellas de mi sed

- AVELINA LÉSPER www.avelinales­per.com FOTOGRAFÍA AL

Nacimiento divino, infancia en un palacio magnífico, protegido dentro de las murallas del gozo y el placer, con la mirada abducida por la belleza, el joven Siddharta recibió la revelación de su destino en el sueño y escapó del palacio para encontrars­e con esa realidad. El sufrimient­o y la enfermedad “llegarán pronto”, la realidad es un espejismo transitori­o, y el camino existe, la Iluminació­n es posible. Las huellas de Buda, en el Museo Nacional de Antropolog­ía es una exposición filosófica, cada una de las obras: esculturas, manuscrito­s, rollos, tapices, grabados, poseen contenido histórico y filosófico. La fatua contempora­neidad, con muestras saturadas de retórica que justifican su mediocre existencia, contrastan con esta exposición contenida de sabiduría trascenden­tal, desprendid­a, literament­e, de la frivolidad escapista. La selección de piezas de museos como el LACMA de Los Ángeles, California, y el MET de Nueva York es erudita y preciosist­a, la curaduría de Karina Romero es una de las más logradas exposicion­es que se han presentado en este museo. Los libros y las exposicion­es llegan cuando los necesitamo­s, entrar a un recinto a contemplar la condición humana vista por la filosofía budista, compartir la paz del rostro de Buda meditando, observar las mudras en sus manos, mientras la virtualida­d del egoísmo y la violencia se regodean, nos otorga una visión liberadora depositada en el arte. La modernidad se aniquila y miles de años después la filosofía budista continúa, el arte en un conocimien­to alejado de objetivos utilitario­s, ofrece un espacio infinito para estar y recuperars­e. La soledad de cada escultura meditando, los ojos entreabier­tos, el cuerpo erguido, los miembros largos, la belleza austera o recargada de ornamentac­ión, es el presente que se profundiza con el silencio del mantra, del no hacer que nos regresa a nosotros mismos. La filosofía encarnada en un iluminado, las enseñanzas son él y es el mundo, cada escultura, manuscrito, las pinturas, son visiones filosófica­s, la paz se representa porque es resultado de un pensamient­o que se practica en la vida, no hay especulaci­ón, son pasos de la existencia. La obra de arte entonces es pensamient­o y belleza, el color dorado, la caligrafía, la armonía es guiada por la fe en ese pensamient­o y la conducta consecuenc­ia de ese pensamient­o. La fe está secuestrad­a por las religiones, la filosofía exige raciocinio

_ nunca fe, en estas obras hay fe y belleza, las certezas que tenemos las provoca el dolor, y la luz dorada de ese rostro impasible me dice que es posible alcanzarlo, unos instantes tal vez, no tengo opción, no tengo más, solo puedo perseguir ese instante.

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Pieza exhibida en Las huellas de Buda.

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