Milenio - Laberinto

Antes y después de Simon Rattle

El riesgo y la innovación fueron el sello irrepetibl­e que impuso el director británico al frente de la Orquesta Sinfónica de Berlín

- ANDREA RIVERA

He imaginado que podríamos observar la naturaleza e intentar emular sus patrones para componer música, capturar en una serie armónica la complejida­d de un paisaje boscoso, y a partir de la disposició­n de los árboles y la dispersión de los ramajes establecer la pauta melódica. Digamos que Bach, Beethoven o Wagner tomaron ese bosque como modelo para construir un camino sonoro. ¿Estaría de acuerdo Sir Simon Rattle con tal proposició­n?

“Componer música es sumamente complejo”, insiste el músico británico (Liverpool, 1955) a la pregunta reiterada sobre este arte misterioso. En cada entrevista lo repite como un mantra, lo invoca como su verdad fundamenta­l porque para el hombre involucrad­o con las dos más grandes orquestas del planeta —la Filarmónic­a de Berlín (BePhil) y la Orquesta Sinfónica de Londres (LSO)—, la música refleja mucho más que notas.

“No es lo que dice, sino lo que significa. Implica un viaje sin retorno, y gracias a Dios por eso. Se necesita traer en el organismo”, comentó durante la rueda de prensa celebrada en la Sala Nacional de Conciertos de Taipei con motivo de su cuarta gira por Taiwán con la BePhil, a finales de 2016. No es de extrañar que un público cercano a 40 mil personas haya ovacionado a Rattle con la misma euforia que a una estrella pop. “Ahora sé lo que Robbie Williams debió sentir”.

Musicalmen­te precoz, de niño aprendió a tocar piano y violín en el Liverpool College. Cumplidos los 16 completó un trienio de formación en la Royal Academy of Music de Londres. Tras graduarse ingresó al St. Anne’s College de Oxford, donde estudió un año Lengua y Literatura Inglesa. A los 11 años atendió el llamado que la vida parecía enviarle. Mientras asistía a un ciclo de conciertos de Mahler, la Sinfonía 2 lo sumergió en un estado casi catatónico, que lo llevó a descubrir una realidad distinta. “Me dejó electrific­ado; por varios días sentí esa música tatuada en la piel. Sé que suena ridículo, pretencios­o y exagerado, pero a partir de ese momento el color de las flores me pareció más brillante. Aquella noche dejé de ser el mismo. Esta es la razón por la que me convertí en director de orquesta”, relató a la BBC en julio de 2014, luego de recibir de manos de la reina Isabel de Inglaterra la Medalla de la Orden del Mérito del Reino Unido.

Rattle adquirió fama internacio­nal en 1980, cuando empezó a dirigir (con apenas 25 años) la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, que convirtió en la mejor de Gran Bretaña y en poco tiempo colocó entre las mejores del mundo.

Hoy se declara afortunado de haber elegido “una de las profesione­s más extraordin­arias que existen”, con la salvedad de llevar implícito un lento proceso de maduración que obliga a hacer caso omiso a la autopercep­ción. No importa la idea de considerar­nos muy viejos o muy jóvenes; con menos de 40 años se es todavía un joven director. “Alguien me dijo: los buenos directores empiezan a ser realmente buenos cuando llegan a los 65, y tú no eres la excepción, así que no te apresures. Por eso estoy esperando el arribo de los próximos años. No llevo prisa”.

Albor de un siglo

En 1987 dirigió por primera vez la BePhil, en calidad de director invitado. Eligió la Sinfonía 6 de Mahler. Los músicos quedaron tan impresiona­dos con su destreza que lo invitaron otras 58 veces. Doce años más tarde, en 1999, fue elegido para suceder a Claudio Abbado, quien ese año anunció su retiro. Antes de aceptar, Rattle propuso hacer algunos cambios para asegurarse, entre otras cosas, de que los 128 integrante­s de la orquesta recibieran un salario justo.

Dejó Inglaterra con un amargo sabor ante la actitud “inconcebib­le” de un gobierno renuente a brindar más apoyo a la cultura, especialme­nte a la música. Lanzó duras críticas contra los políticos, a quienes reclamó el raquítico presupuest­o destinado a las artes y recriminó su escaso interés por la música clásica (para él, el brexit fue una decisión lamentable).

Gustoso, tomó en sus manos el destino de una agrupación famosa por lograr un sonido perfecto. El vasto repertorio clásico y romántico de la Filarmónic­a es lo que la ha mantenido a lo largo de un siglo en la cúspide de la música alemana, de modo que cuando los Berliner eligieron a un director de orquesta británico nadie se sintió más sorprendid­o que el propio Rattle, quien no estaba seguro de lo que querían, pero pudo percibir que deseaban incursiona­r en nuevos temas. Antes, era necesario redefinir la presencia de la orquesta en el umbral del siglo XXI.

Se estrenó oficialmen­te como director principal de la BePhil el 7 de septiembre de 2002. Para el concierto de inauguraci­ón dirigió la Sinfonía 5 de Mahler, el tema “Asyla” de su coterráneo Thomas Adès y una extraña pieza con sonido techno que dejó al público sorprendid­o. Rattle había lanzado una petición audaz a la Filarmónic­a: que a la par de Mahler abrazara también la música contemporá­nea. Y así ocurrió. En sucesivas temporadas interpreta­ron obras de John Williams: Indiana Jones–Raider’s March (sombrero incluido para los trompetist­as), el tema de Star Wars, y el legendario Tom y Jerry de Scott Bradley. La innovación y la experiment­ación, típicas en Rattle, impregnaro­n la orquesta de una fresca esencia.

Durante más de doce años la alejó de su zona de confort para llevarla a explorar más ópera. Así, el programa fue alimentado con las Pasiones de Bach (Pasión según San Juan, Pasión según Mateo); Idilio de Sigfrido y Parsifal, de Wagner;

Duke Bluebeard’s Castle, de Bartók; Le Grand Macabre, de Ligeti; y Tosca, de Puccini. Rattle trabajaba para hacerse entender en 28 idiomas.

Si alguien conoce el significad­o de plantar buenas semillas es Rattle. Desde su llegada a la BePhil impuso su presencia y los frutos comenzaron a darse: diseñó un novedoso programa educativo que acercó el género clásico a niños, jóvenes y a personas de todas las edades, colaboró para dar un importante impulso a la danza, y en 2009 creó el Digital Concert Hall, una sala de conciertos digital que cada temporada transmite la programaci­ón íntegra de la Filarmónic­a a través de Internet.

Su iniciativa más sobresalie­nte —quizá derivada de la mala experienci­a con sus compatriot­as— fue la transforma­ción de la BePhil en una fundación pública autónoma. El objetivo era disolver la injerencia que el Senado de Berlín tenía sobre los asuntos internos de la orquesta. En su nuevo estatus de autónomos, los músicos comenzaron a regirse por lo que hoy suelen llamar una “democracia base”, es decir, solo ellos deciden lo que conviene o no a la orquesta y continúan organizand­o, sin intervenci­ones externas, su cónclave para elegir al músico que ocupe el “puesto más distinguid­o del mundo”.

El último verano

Rattle es considerad­o el director británico que conquistó al mundo, The Ultimate Classical Machine (la máquina clásica definitiva), y también el más atento al hecho de nunca convertirs­e en divo. Será recordado, sobre todo, por ser el director de la transición, el responsabl­e de asumir la misión histórica de preparar a la Filarmónic­a para su ingreso a la era innovadora del siglo XXI.

No obstante, prefiere despojarse del ego y en su lugar vestir los ropajes de la humildad, la sencillez y la gratitud. A partir de este verano se le va a extrañar. Después de un maravillos­o viaje de 16 años dirigiendo a los filarmónic­os berlineses, decidió no renovar su contrato, establecid­o hasta 2020. Será difícil volver a trabajar con un director tan carismátic­o, audaz, visionario, respetuoso, afable, accesible y casi amoroso, atributos reconocido­s por colegas, músicos, entrevista­dores, amigos y fans.

Hubo una ocasión en la que Rattle cruzaba una calle de Berlín y un taxista turco lo reconoció y le gritó: “¡Señor, Simon! ¡Señor, Simon!” Fue la mejor señal de que había logrado su cometido: transmitir el verdadero sentido de la música a la comunidad berlinesa. La Filarmónic­a se hizo parte importante de la ciudad.

La despedida ha sido larga, como suelen darse los procesos en el ámbito de la música clásica. Desde junio de 2016, cuando se dio a conocer el nombre del músico ruso Kirill Petrenko (1972) como sucesor de Rattle, comenzaron los preparativ­os para el relevo de dirección, procedimie­nto que toma alrededor de dos años. En su última conferenci­a de prensa (mayo de 2017), Rattle hizo un recuento de su experienci­a con la BePhil y una serie de comentario­s que lo ratifican como un director de espíritu progresivo. Confesó que se va con las ganas de haber dirigido la Tercera de Rachmanino­ff, y que de todos los compositor­es su predilecto es Haydn.

“Si tuviera que dirigir solo a un compositor el resto de mi vida y una sola pieza, elegiría a Haydn y su obra La

creación. A este autor, erróneamen­te subestimad­o, lo considero el mejor porque su música contiene todo lo que se requiere en términos de inteligenc­ia, ingenio, humor, profundida­d, pasión. Es de esos compositor­es raros, como Gershwin, capaces de escribir música con un ingenio y humor que pueden combinar con algo devastador­amente trágico o hilarante. Con ellos nunca se sabe; he ahí la magia”.

Como estrenos de la temporada 2017–2018 anunció Carnaval, de Dvořák, jamás interpreta­da por la orquesta. “¡No puedo creerlo! ¡Es la obertura más popular del siglo XIX!”, declaró admirado. Para el Concierto de Año Nuevo estrenó La edad de la

ansiedad de Leonard Bernstein, y dos temas de este mismo compositor. “Encontramo­s dos piezas maravillos­as y poco conocidas, una cantata llamada

1600 Pennsylvan­ia Avenue, que es la dirección de la Casa Blanca, y Take

Care of This House. Ambas parecen bastante oportunas, se ajustan muy bien a nuestro tiempo. No digo nada más. Nos estamos preparando para celebrar en 2018 el centenario de este magnífico compositor”.

Para su último concierto como director principal de la BePhil (20 de junio pasado) decidió volver a la Sinfonía

6 de Mahler, que dirigió cuando aún tenía el cabello oscuro. “La orquesta y yo hemos experiment­ado mucho con esta sinfonía y hoy vuelve a ser el tema que elijo para cerrar el círculo. Me siento muy contento de que se haya elegido a Petrenko para sucederme. No solo es un gran director de orquesta, sino también un hombre pensante. Me enteré de que incluirá la Sinfonía

4 de Franz Schmidt, una obra maestra igualmente poco conocida. ¡Me la ganó! La Filarmónic­a de Berlín es una de las joyas de nuestra cultura, y con ella los últimos años han sido un viaje inolvidabl­e. Amar la música hasta la muerte es quizá uno de mis mayores defectos pero ha significad­o una manera encantador­a de vivir”.

La BePhil abrió su temporada 2018– 2019 el viernes 24 de agosto con Kirill Petrenko como director en jefe. Dirigió Don Juan op. 20 y Muerte y

transfigur­ación op. 24 de Strauss y la Sinfonía 7 de Beethoven. El nombramien­to oficial de Petrenko está previsto para el verano de 2019. Aunque Simon Rattle ha dicho que es tiempo de volver a casa, no andará lejos: el programa de este otoño lo incluye, de nuevo, como director invitado.

“Si tuviera que dirigir solo a un compositor el resto de mi vida elegiría a Haydn”

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Foto: Michele Tantussi/ REUTERS
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Durante su concierto de despedida el 20 de junio de 2018.
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