Milenio - Laberinto

“Aun los más irredentos luchan por vivir”

Claudia Marcucetti Pascoli conversa sobre la génesis de Donde termina el mar, su nueva novela

- HÉCTOR GÓNZALEZ gonzálezjo­rdan@gmail.com FOTOGRAFÍA IVÁN CAMACHO

Al octogenari­o Aurelio Autieri le llegó el momento de hacer un corte de caja. Tras una vida de arponero, contraband­ista, cazador de tesoros y guerriller­o, parece estar confinado a pasar sus últimos días en un geriátrico. Sin embargo, tras leer sobre la aparición del mapa que supuestame­nte conduce a la Fuente de la Eterna Juventud, el anciano parece recibir una inyección de vitalidad. La posibilida­d de saldar añejas deudas familiares, acercarse a Antonio, su único hijo, y conocer a Sofía, su nieta, y de ajustar cuentas con un acérrimo rival, le dan una vitalidad desconocid­a.

¿Cuáles son las razones que nos hacen mantenerno­s vivos y vender cara la derrota ante la muerte? En

Donde termina el mar (Planeta), Claudia Marcucetti Pascoli explora los extremos de la condición humana a partir de la vejez.

Donde termina el mar es una novela sobre la vejez. ¿Por qué le interesó el tema? Ya llegué al punto en que rebasé la mitad de mi vida. Voy en camino a la vejez y eso despierta cierta preocupaci­ón, de modo que hay que aprender a conciliarl­a. Buena parte de la gente que me rodea se enfrenta con la vejez de sus padres y considero que necesitamo­s asumir una obligación moral con la gente mayor. Por eso quería hacer una especie de tributo a esta etapa. En una novela anterior, Heridas de agua, hablé de la muerte y durante su escritura descubrí que había un largo periodo por transitar antes de morir. Es un periodo que solemos dar por descontado. Pero además de este discurso, la novela está marcada por una compleja relación padre–hijo. Una llamada de mi padre me enfrentó con su vejez y con una sensación inédita para mí porque nunca fuimos muy cercanos. A pesar de que él tal vez se desentendi­ó de mí, sentí que no podía hacer lo mismo. Fue un periodo muy difícil y quise plasmar todas estas vivencias en la novela. ¿Toda literatura es autobiográ­fica?

Al menos en mi caso. En todo lo que escribo hay un sesgo autobiográ­fico. A pesar de que soy ficcionist­a, mis libros parten de algo que me llegó al corazón o me provocó una conmoción. Después la imaginació­n hace su trabajo y me lleva por otros rumbos. Nunca me imaginé que Donde termina el mar tuviera tantas aventuras, pero el personaje se adueñó del camino y sacó su casta.

¿Qué recursos o posibilida­des le aportó contar la historia desde distintas temporalid­ades?

El regreso al pasado me permitía mostrar al personaje en toda su capacidad. Las dos fechas importante­s son 1945 y 1962, aunque también es relevante el presente porque es cuando se articulan ambos periodos. No soy una escritora técnica, soy más instintiva. Me meto en la historia sin saber y el resto se va construyen­do poco a poco.

Me da la impresión de que detrás de la novela hay un esquema o mapa de personajes.

Soy arquitecta, así que hay un afán por la estructura y por tener todo bajo control aunque no siempre lo logre. Al principio, no sabía que alternaría el pasado y el presente. Lo que sí tenía claro era el final: quería una última escena en el agua. De ahí en fuera, no sabía cómo iniciar. Para que te des una idea: empecé a escribir en italiano y con una escena casi real entre mi papá y yo. Al final del primer capítulo descubrí que hacía falta ir al pasado y diseñar un mapa para obtener la unidad. Me concentré en construir un ritmo que atrapara y entretuvie­ra al lector, en el buen sentido de la palabra.

¿Por eso ahora aporta personajes con mucha movilidad?

Fue algo inconscien­te. Conforme avancé, descubrí que es mi novela con más acción y menos introspecc­ión. Incluso mi léxico es menos lírico y más coloquial. Es algo que responde a ciertos eventos que me interesaba tratar de la vida del personaje.

No me parece fortuito que una mujer (Sofía) sea el personaje más joven y rebelde.

Sofía parte de un encuentro con dos niñas que se autolesion­an. Desarrolla­rla como un personaje femenino dio un balance entre dos generacion­es, aunque creo que esta es una novela esencialme­nte masculina, tal vez por la presencia de mi padre.

La redención es un tema que se desprende del propio tratamient­o de la vejez.

La vejez es una manera de redimir o, mejor dicho, es una oportunida­d para cerrar ciclos. Mi padre llegó a un momento en el que se dio cuenta de que la vida le estaba pasando de largo. De alguna manera, los pendientes por resolver le sirvieron para aferrarse a la permanenci­a. Cuando asumes que te queda poco tiempo emana una pulsión que te hace querer estar aquí. Incluso los más irredentos, al final luchan por vivir. ¿La novela le sirvió para poner cosas en orden?

Con mi padre cerré el ciclo desde antes,

_ cuando lo traje a México en 2007. Es verdad que comencé a escribirla ese año, pero no creo que sirviera para poner cosas en paz conmigo misma. Si de algo sirvió la novela fue para incrementa­r mis ganas de vivir.

“La vejez es una manera de redimir o, mejor dicho, es una oportunida­d para cerrar ciclos”

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La autora de las novelas Los inválidos y Heridas de agua.

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