Milenio - Laberinto

Cuando todo está por suceder

- ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA RODRIGO BECERRA ACOSTA

Aocho columnas es la obra escrita por Salvador Novo que dejó en evidencia hace más de medio siglo el mecanismo de políticos y periodista­s para acabar con el prestigio y la buena reputación de un alto funcionari­o. Ni entonces ni ahora asombra al espectador, testigo de la habilidad del comunicado­r profesiona­l para conseguir su objetivo, al tiempo en que manipula argumentos opuestos ante quienes confían en que un reportaje pueda difundir buenas noticias contra la corrupción hecha costumbre.

Desde aquel entonces, la infinidad de intereses tejidos en un complejo entramado se agiganta al nivel de la ambición que anula toda posibilida­d de ponderar el bien común.

Sobre esta obra estrenada en 1956, el crítico Armando de María y Campos publicó que se trataba de una pieza de teatro con aire de autor primerizo bien pensada, construida con esmero, habilidad e inteligenc­ia, que no causó escándalo porque el público comprendió a qué empresa periodísti­ca se aludía y, por lo tanto, no denunciaba nada que el público ignorase.

La obra de Novo conmueve a un público cansado de ver actores de pie que cuentan lo que le sucedió a sus personajes en otra época y reviven sueños y sensacione­s.

A través de la dirección de Fernando Bonilla, la audiencia tiene oportunida­d de asomarse a la antesala de la oficina del director del diario El Mundo, bien sugerida por la escenograf­ía de Elizabeth Álvarez, donde da la impresión de que el tiempo se ha detenido y los personajes vuelven vivos del pasado.

El vestuario de Estela Fagoaga da el marco preciso a unos personajes que buscan inscribirs­e en la elegancia y la modernidad mexicana de los años cincuenta, cuando se acentuaban las curvas femeninas, los senos eran picudos y el casimir revestía la galanura masculina, a excepción del descuidado y bonachón periodista honesto, que sobre su camisa, adornada con una corbata de escaso gusto, porta sus mangas protectora­s en su afán reporteril.

Preservada la esencia de los diálogos criticados en 1956, que hoy sentimos dar vueltas, como los suspiros, antes de llegar donde el hablante se propone, el texto expone con claridad, construye las acciones internas y externas de unos personajes que viven a ritmo lento, como el que marcaba el pesado disco de los viejos teléfonos al regresar a su tope metálico para poder marcar el número siguiente, en un juego de resistenci­a entre el apuro y la calma.

A ocho columnas es una obra en la que todo está por suceder y el público paladea la labia del subdirecto­r del periódico para convencer a su oponente, el artificio de la colaborado­ra de sociales con aire aristócrat­a, la picardía del reportero granuja que avanza en su ruta, la candidez de la secretaria y la enjundia del periodista honesto que descubre una realidad castrante.

Luis Miguel Lombana, Sophie Alexander Katz, Alondra Hidalgo, Pedro de Tavira, José Carriedo y Arnoldo Picazzo crean las referencia­s de esta historia que en la actualidad se repite y avanza a grandes pasos en una era donde la comunicaci­ón viaja a una velocidad imparable e impune sin corrector ni linotipos de por medio.

El joven Bonilla se da vuelo al jugar con la expresión corporal, el acento y la cadencia de frases que se hermanan con las dichas por Pedro Infante, Marga López o Sofía Álvarez en muchas películas mexicanas, con lo que el público cae rendido en una especie de ensoñación, mezcla de humor y debilidad patente por las historias de justicia y amor, en las que sus protagonis­tas dan batalla a la perversida­d.

A ocho columnas le abre paso a palabras mexicanas cuyo significad­o cobra un nuevo sentido, expone una práctica añeja inmersa en un ritmo que se ha esfumado de nuestra vida, retoma la moda de viejas generacion­es que pugnaban por una modernidad, un bienestar y una

_ elegancia que nutren una apertura diversa y ecléctica, pero sobre todo nos acerca a la visión de un escritor, periodista, dramaturgo, poeta e intelectua­l que dejó un importante legado aún por valorar.

A ocho columnas le abre paso a palabras mexicanas cuyo significad­o cobra un nuevo sentido

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La obra dirigida por Fernando Bonilla se presenta en el Teatro Orientació­n de jueves a domingo.

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