Milenio - Laberinto

Paren las prensas

- DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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Me encontré con una lista del New York Times de los libros más vendidos en el año en que nací. Había autores que he leído con placer, como J. D. Salinger, Leon Uris, Giuseppe di Lampedusa,GrahamGree­ne,JohnDosPas­sos, John Updike, Carson McCullers, Harper Lee, Henry Miller, Bernard Malamud y, mi preferido, John Steinbeck.

Veo, en cambio, la lista del presente y nada me atrae. En esta hay nombres que me suenan, pero que nunca leeré: John Grisham, Nora Roberts, David Baldacci, Mary Higgins Clark, Ken Follet, Michael Connely, y un par de colados: Tom Hanks y Bill Clinton.

En la primera lista hay autores que seguirán existiendo por muchos años. La segunda está hecha de gente olvidable.

¿Seré tan simplón para basarme en esas dos listas para concluir que antes se hacía mejor literatura que ahora? Sí, lo soy. Pero digo algo más: New York Times.

antes que los escritores, se desbarranc­aron los lectores.

El último libro de Baldacci se promueve con esta frase: “Es una cárcel inexpugnab­le. Sus sistemas de seguridad son los más sofisticad­os del mundo y hay tantas cámaras de vigilancia que no hay un solo milímetro que no quede bajo control. Ninguno de los reclusos sueña con escapar porque saben que es imposible. Hasta ahora”. Vaya mierda.

En estos años ha cambiado la sensibilid­ad del escritor y del lector. Como masa, nos hemos vuelto frívolos, superficia­les. Esto se nota de inmediato. Tomo como ejemplo una taza de café.

Una novela de aquellos años dice: “Comieron la masa frita tan caliente que les chisporrot­eó en la boca. Bebieron de un trago el café, llenaron las tazas y bebieron más café”.

En una novela contemporá­nea leemos: “Halló un Starbucks dentro de la tienda y se compró un moca latte descremado grande, con hielo, sin crema batida”.

Por supuesto, estamos ante dos textos cuyos protagonis­tas pertenecen a distintas clases sociales. Pero la diferencia entre unas palabras y las otras no radica en el dinero.

Usted, amigo lector, sabe de qué estoy hablando sin necesidad de presentar otros ejemplos o agregar explicacio­nes. Pero habrá una mayoría que se siente a sus anchas con el café de Starbucks. Por eso el mundo está al revés.

Por eso me siento más a gusto en una librería de viejo que en aquellas que tienen todas las novedades del momento. Por mí, en cuestión de novelas, las editoriale­s pudieron parar sus prensas hace décadas. Nos perderíamo­s de poco

_ y ganaríamos mucho. Verdad es que al mundo le faltaría lo que yo he escrito, ¿pero qué le vamos a hacer? Más valiosos son los escritores que murieron el año de mi nacimiento, que los que vinimos al mundo por esas fechas.

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DAVID BALDACCI. Entre las listas de los más vendidos del

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