Milenio - Laberinto

Todo lo que Roma no es

- FERNANDO ZAMORA

Todo lo bueno que se ha escrito sobre Roma es verdad. No se ha dicho, sin embargo, lo que Roma no es. No es un filme trillado. Alfonso Cuarón ha sorprendid­o siempre buscando historias que sorprenden porque el público no las imagina. Solo con tu pareja fue una comedia romántica antes de que los productore­s buscaran enriquecer­se con este género. Pero Cuarón, sin desear compromete­rse con el Imcine, se atrevió a ir a Estados Unidos. E ir a fallar. La princesita no estaba mal pero parecía insuficien­te para consolidar una carrera en Hollywood. Aun así, Cuarón siguió buscando y construyó una visión muy personal de Dickens, un autor que cualquier angloparla­nte piensa suyo. Grandes esperanzas es una obra que amamos en México pero que odiaron en Estados Unidos y Gran Bretaña. Sin arredrarse, ¿qué hizo Cuarón? Volvió a México para filmar la historia de dos adolescent­es calenturie­ntos. Y tu mamá también tuvo tanto éxito que los estudios le ofrecieron un enorme presupuest­o para filmar El prisionero de Azkabán. Nadie hasta entonces había transitado entre polos tan extremos del cine–industria. La experienci­a ganada condujo finalmente al autor a construir una obra que trasciende no lo que se espera de él sino de cualquier película nacional.

No hay en Roma un albur. No hay en Roma ni chovinismo ni la exaltación hipócrita de las etnias originales. Cleo es una chica mixteca. Y su psicología está lejos del elogio racista del Indio Fernández, quien siempre quiso hacernos creer que ser indígena era ser mejor a todo lo demás. No olvidemos que el racismo suele tener dos caras. Y asumir que las etnias, que los “indígenas” son superiores, es racismo. Pero Cleo es solo una niña mixteca que ha comenzado a crecer y a tener relaciones sexuales en una ciudad fascinante y convulsa: México en la década de 1970. Cleo se embaraza, claro. Lo cual no obsta para que siga queriendo a los niños que no son suyos. ¿Adivinamos una tragedia? No. Lo que viene sorprende porque la verdadera protagonis­ta de Roma no es Cleo sino la señora que interpreta Marina de Tavira. Entre las dos mujeres se produce una alianza que culmina en la mejor escena del cine nacional hasta la fecha. Porque allá en Veracruz está México. El de la verdadera relación entre niño y nana, entre señora y sirvienta. Cuarón ha reconstrui­do a México con la meticulosi­dad de un anticuario pero no solo en imágenes sino en la psicología de sus personajes. Aquí está la relación milenaria que ha habido entre niños blancos y mujeres que cantan nanas en idiomas que solo se hablan en México.

Roma habla de la otra conquista, la del indígena que enterneció al niño blanco y también a la mujer de clase media que en el fondo está igual de desvalida. Y Cuarón podría lanzar un sentido discurso feminista pero no. Sin aspaviento­s, cae con contundenc­ia la hermosísim­a escena de unos niños que abrazan a su nana.

Roma no necesitó de estímulos fiscales, fue producida por Netflix y Netflix se lanzó contra los monopolios de Cinépolis y Cinemex. Roma no siguió el juego viejo de hacer negocio. Roma es como un cuarteto de cuerdas que contiene en lo delicado de sus temas toda la fuerza de la gran sinfonía mexicana. Es el coming of age de una niña mixteca y una mujer de la colonia Roma y es sobre todo el coming of age de una industria. Cuarón ha filmado el equivalent­e de Fanny y Alexander de Bergman o Amarcord de Fellini. Y como Cleo, el cine mexicano crece y llega por fin a la mayoría de edad. _

No hay en Roma un albur, ni chovinismo ni exaltación hipócrita de las etnias originales

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Foto: Netflix
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Roma. Dirección: Alfonso Cuarón. México, 2018.

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