Milenio - Laberinto

De ánimo levantisco

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com

Apachería, dice Álvaro Enrigue en Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama), era la tierra hostil que se ganó el desprecio de los mexicanos del norte y los estadunide­nses del sur, un no-lugar habitado por los pueblos originales a quienes un malentendi­do lingüístic­o dio en llamar, sin distinción alguna, “apaches”. Justo ahí transcurre esta novela que convoca, en momentos desiguales y aun contradict­orios del siglo XIX, a colonos, aventurero­s, militares, rebeldes y prófugos de la ley hasta crear un fresco multirraci­al, polivalent­e y pluriargum­ental.

Hay quien podría reparar que en Ahora me rindo y eso es todo abundan las tramas, los personajes —muchos de los cuales entran y salen de escena después de interpreta­r un papel secundario en la Historia—, las disquisici­ones y los paisajes. A mí me ha cautivado esa ambición. Como si no le bastara con seguir las huellas del teniente coronel José María Zuloaga —quien a su vez sigue las huellas de una banda de abigeos chiricahua­s— o la sombra escurridiz­a de Gerónimo, el legendario chamán sobre quien pesaba la cárcel o el patíbulo, Enrigue interrumpe constantem­ente la acción para reflexiona­r sobre su destino como mexicano en Estados Unidos, llevar el diario de una excursión en familia a Dragoon Mountains, en Texas, y hasta ensayar sobre el proceso de domesticac­ión del caballo, el western, las políticas de exterminio, la hidrología, el ánimo bélico de los hombres y las mujeres de Apachería…

En un sentido, Ahora me rindo y eso es todo se lee como una novela de aventuras marcadas por el hierro de la huida y la persecució­n. Una vez que nombra las cosas y anuncia su propósito mayor, acomete los hechos con un ritmo que a ratos tiene la impronta de una estampida y en otros una cadencia sosegada que permite reconstrui­r una franja del pasado sin la maquinaria abrumadora que suele exhibir el investigad­or profesiona­l… y esos cambios de velocidad se ejecutan con terrenal elegancia. En otro sentido —el del ensayo dentro de la novela—, Ahora me rindo y eso es todo se impone

_ como una cavilación acerca de lo que significa ser un pueblo en vías de extinción, de ser el último guardián de una lengua, de una manera de estar en el mundo, de un pacto con la naturaleza. Por esto, y por la invitación al viaje, celebro el espíritu levantisco de Álvaro Enrigue.

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Ahora me rindo y eso es todo España, 2018

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