Cosas que ganan con el desorden
en uno de los más exitosos títulos de la historia editorial: Lo pequeño es hermoso. Lo ha planteado Paul Polak desde otra perspectiva: la productividad de la pequeña propiedad.
Me entusiasma que este libro de Taleb venga de un financiero neoyorkino cuya clientela se compone de empresas del más cruel capitalismo vampiresco, experto en cálculos de riesgo que no miden objetos existentes sino actitudes, ideas, incidencias, y en vez de soluciones ofrecen analogías, motivos para creer o descreer. De algún modo, es la contracara de la tradición que aboga por la proporción humana. Desde el lugar de las desconfianzas y recelos, llega al encuentro de quienes confían en que la voluntad humana tiene una natural e indeclinable voluntad de bien.
Es como la analogía que izó Adam Smith en dos libros complementarios. Primero escribió Teoría de los sentimientos morales, que parte del comportamiento humano desde su origen en el bien y la buena voluntad; después escribió La riqueza de las naciones, caminando desde el egoísmo, las envidias, la tendencia usurera de los seres humanos. De suponer nuestra bondad, o de precavernos contra la mala voluntad propia y del prójimo, a Adam Smith le daba el mismo resultado: los mercados, la producción, la economía de casa y de las naciones es una bestia demasiado compleja como para gobernarla.
Y lo dejo como acertijo: ¿qué generaría
_ más distribución y más riqueza: un billón de pesos metidos en una refinería, o un millón de pequeñas empresas con un pequeño capital de un millón de pesos, o cien mil con diez millones, o...?