Milenio - Laberinto

“Me aterra que se vayan los recuerdos”

- JESÚS ALEJO SANTIAGO FOTOGRAFÍA ARIANA PÉREZ

El año 2018 resultó bastante complicado para Daniel Leyva (1949) en cuanto a su salud, aun cuando no haya reflejo en su rostro de las dificultad­es médicas ya un tanto superadas. Por ello, cuando se habla de su novela más reciente, Administra­ción de duelo, S. A. (Alfaguara, México, 2018), hay quien piensa en una relación estrecha entre la realidad y la ficción literaria. No fue así.

“La terminé y la mandé a la editorial, pero sucedió mucho antes de la enfermedad. Me hubiera gustado escribirla durante ese proceso, porque aprendí muchos términos médicos, muchas palabras desconocid­as. Todo fue escrito mucho antes, aunque a lo mejor hay una parte de premonició­n involuntar­ia… si eso existe”, cuenta Daniel Leyva en entrevista.

Si bien no buscó narrar este último periodo de su vida, sí se trata de una historia con mucho de autobiográ­fico, al menos en la conformaci­ón del objetivo: en la literatura mexicana, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, se generó un interés por las autobiogra­fías precoces, cuando muchos de los autores no llegaban ni a los 25 años de edad.

Daniel Leyva llegó a preguntars­e qué joven podía contar su historia a esa edad: “me parecía un tanto pretencios­o” pero al mismo tiempo un reto literario, en especial porque él mismo tenía interés en escribir sobre una etapa de su vida: su último año en México y el primero en París, a donde fue por más de una década cuando tenía 20 años.

“Viví en Francia doce años. Nunca fui un becario del sistema educativo, ni estudiaba una maestría o hacía un estudio sobre la muerte de Gorostiza;

“Quise valorar la relación de amistad entre dos personas con una cultura diferente”

nunca viví en la Casa de México. Todo lo que cuento de esa época es una historia inventada por alguien. Suelo recordar una frase de Boris Vian: ‘todo lo que usted va a leer es cierto, porque yo lo imaginé’. Mi memoria existe porque la cuento”.

La idea de la novela era recordar por qué decidió ir a Francia y cómo llegó allá, sin ningún apoyo familiar, aunque le resultaba pedante escribir una historia así, por muy anecdótica que fuera. Pensó entonces en un personaje en coma del que se acordaba y, al mismo tiempo, de alguien que diera fe de lo que estaba diciendo, y salió el personaje del argentino como testigo de lo contado por el protagonis­ta.

Administra­ción de duelo S. A. es una historia concebida como una reivindica­ción plena del derecho a la muerte asistida y a la eutanasia, pero sobre todo se trata de un homenaje a la amistad y a la palabra, dos preocupaci­ones permanente­s en la literatura de Daniel Leyva.

Todo en la literatura de Daniel Leyva es un juego, en el sentido más estricto del término: le interesa jugar con la estructura de las historias, pero también con el lenguaje, y todo parte de un convencimi­ento: “una misma historia contada con otras palabras puede ser banal; una historia banal contada con las palabras adecuadas puede ser sensaciona­l”.

“La literatura es un objeto bello hecho de palabras, y lo de belleza es muy relativo. Tardé mucho en la escritura, porque primero escribí la historia del personaje mexicano. Siempre he tenido una relación muy especial con el uso de las palabras, con los sinónimos… Es esa vieja influencia de Cortázar”, explica Daniel Leyva.

Poeta y narrador, promotor cultural en la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el Instituto Nacional de Bellas Artes y en Difusión Cultural del Instituto Politécnic­o Nacional, muestra una idea muy clara: dedicarle más tiempo a la lectura y, con ello, a la escritura. Así llega a esta novela, donde el personaje en coma recuerda su último año en México y el primero en París, sin ser precisamen­te una realidad: “a lo mejor es lo que me hubiera gustado vivir, la que me imaginé”.

“Estoy convencido de que el Daniel Leyva de 1970 es el personaje que me invento ahora. Sería incapaz de decir si lo que me pasó fue cierto o no; por eso necesito a quien certifique que eso es cierto. La memoria es muy importante para mí, pero no la nostalgia. Lo que me gusta es el recuerdo y lo que me aterra es si se te van tus recuerdos”.

Ganador del Premio Xavier Villaurrut­ia 1976 por Crispal, en su más reciente novela Daniel Leyva estaba muy interesado en contar una historia alrededor de la amistad, del amigo que llega a apoyar al otro en un momento difícil. “A la amistad le he dado un valor importante, tal vez porque en esas épocas conocí a gente que me ayudó. Siempre he creído que si tienes un buen amigo y no lo ves en 20 años, cuando lo reencuentr­as se mantiene esa amistad. Solo hay una pausa”.

“En la novela quise poner la relación de amistad entre dos personas que tienen una cultura diferente porque no puede haber nada más diferente que un argentino y un mexicano”.

Y aun cuando el escritor no considera que se trata del tema fundamenta­l dentro de la novela, porque está más allá de lo que le tocó vivir el año pasado, sí tiene una certeza: el principal derecho humano, el más

_ importante, es el derecho a decidir si te mueres o no te mueres. “El derecho a la vida ya lo tienes; el único que no puedes perder es el de decidir si sigues o no sigues vivo y eso es lo que trato de plantear en la historia”.

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El ganador del Premio Xavier Villaurrut­ia en 1976.

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