Milenio - Laberinto

El Acapulco de Orson Welles

- ANDREA SERDIO

En su libro Orson Welles en Acapulco (y el misterio de la Dalia Negra), el crítico Rafael Aviña toma como punto de partida la presencia del genio norteameri­cano y su entonces esposa Rita Hayworth en el puerto guerrerens­e, donde filmaron escenas de la mítica película La dama de Shangai, para recorrer un mundo poblado de leyendas.

El libro cuenta la génesis de ese filme de Orson Welles, pero también la posible vinculació­n de éste con el asesinato en Los Ángeles de la joven Elizabeth Short, llamada la “Dalia Negra”, cuyo caso, aún sin resolver, ha dado pie a biografías, novelas, programas de televisión y películas.

Entre La dama de Shangai y la Dalia Negra, Aviña documenta el despegue de Acapulco como destino turístico y cinematogr­áfico, como lugar de descanso de las grandes estrellas de México y Hollywood y botín de especulado­res inmobiliar­ios, especialme­nte en el sexenio de Miguel Alemán.

Orson Welles en Acapulco, publicado por Conaculta, es una indagación y un paseo por calles y paisajes, por hoteles míticos, por noches como aquellas que tenían lugar en el cabaret La Perla del hotel El Mirador, desde el cual la fama de los clavadista­s de La Quebrada comenzó a extenderse por el mundo.

Con una amplia documentac­ión fílmica y hemerográf­ica, Aviña recuerda la época dorada de Acapulco, en el que, literalmen­te, enloqueció Johnny Weissmülle­r, el mejor intérprete de Tarzán de todos los tiempos, cuyos gritos aún resuenan en el Hotel Los Flamingos, donde vivió varios años, y en su residencia de Pie de la Cuesta, donde murió el 20 de enero de 1984.

De un pueblito de pescadores, oculto y remoto, Acapulco se convirtió en el principal centro turístico del país a partir de los años cuarenta. El libro de Rafael Aviña da fe de esa transforma­ción, de cómo de pronto su fama creció tanto que aun Walt Disney lo incluyó en su película Los tres caballeros, que combina la animación con personajes y escenarios reales.

Acapulco, como lo recuerda Aviña, fue un santuario para el inolvidabl­e Germán Valdés Tin Tan,

_ quien filmó ahí algunas de sus películas más hilarantes y lo convirtió en el sitio donde solía navegar en sus yates Tintavento­s y reunirse con sus amigos en el restaurant­e Palao, en La Roqueta.

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