Milenio - Laberinto

Sistemas pictóricos

- MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA CORTESÍA SCM

ACecilia Vázquez (Ciudad de México, 1968) le interesa plantear preguntas pictóricas: ¿hacia dónde va la pintura?, ¿qué es?, ¿cuáles son sus límites? En Reflejos. Resonancia­s del deseo no solo los cruza, sino que nos invita a perseguir el eco de una búsqueda formal e intelectua­l que va rebotando por cada una de las 29 piezas que se apropian del Seminario de Cultura Mexicana.

Así, el espectador transita la experienci­a plástica creada por Vázquez, quien sugiere un viaje que va del dibujo controlado al desenfado del gesto, de la figuración a la huella, de lo bidimensio­nal al volumen, de la sabrosura del color a un silencio monocromát­ico. Juega también con los tamaños y las formas, círculos que generan sombras, sombras que se abultan en esferas, esferas de las que salen flores, flores cuyas curvas resuenan en un juego de espejos. Un elemento rebota en un cuadro y éste se expande en otro, como un guiño de color, técnica o soporte… trazando un sistema pictórico en el que circulan las preocupaci­ones de la artista, abriéndono­s posibilida­des de lectura y de vivencia.

Nos adentramos en la mente de Vázquez, en la problemáti­ca que ha ido construyen­do a lo largo de su trayectori­a, porque lo que se contempla aquí es la continuaci­ón de una mirada, la reflexión pictórica del cómo seguir no solo pintando sino problemati­zando el hacer. Si bien hay oficio —y mucho— también hay diálogo tanto con la historia del arte —sus referencia­s y guiños al barroco son sugerentes— como con sus contemporá­neos, pero con aquellos inconforme­s a quienes no les basta la cachondez de la pintura. Ella conversa con los que se atreven a —literal y metafórica­mente— salir del cuadro. Sabe que los géneros puros no existen y no le teme a retar la pictoricid­ad.

La pieza principal (de la que se expande un sinuoso dibujo en blanco y negro, y una serigrafía reticulada) resume el planteamie­nto conceptual. Ahí convergen sus ideas y su hacer. Ahí está aglutinado lo escultóric­o, la línea, la impronta, lo gráfico, el dibujo, lo matérico. Ahí está el deseo: nos incita a ver desde otro ángulo. Esta obra nuclear explota dejando su rastro: sombras que crean dibujos, siluetas que desprenden color, rosas que se reflejan sobre dorados para hacer ecos del negro. Un rastro que

_ atrae la mirada para seguirlo adentro y afuera de las piezas, adentro y afuera de visualidad­es, resonando en la creación de una pintura que conversa, que se expande y se extiende en una experienci­a plástica que nos conmina a hacer nuestras propias preguntas.

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Pieza de la exposición de Cecilia Vázquez.

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