Milenio - Laberinto

Desarrollo­s

- JOSÉ DE LA COLINA En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. Cervantes. Relleno. Las nubes, en su gran fantasía,/ imitan al dragón y al cocodrilo. Efraín Huerta. Relleno. La mar en medio y tierras he dejado. Garcilaso. Cerrar podrá m

Exposición:Llamodesar­rolloalaop­eración de ampliar textos cualesquie­ra (aunque en este caso son ilustres) mediante la sustitució­n de sus palabras por definicion­es de diccionari­o, oelaborada­sporunomis­mocomoimág­enesoideas equivalent­es. Así, por ejemplo, La Mancha, territorio de España, se convierte en “borrón de tinta”, y nubes en “masas de vapor acuoso”, etcétera.

El desarrollo puede ejercerse sobre una sola frase o un solo párrafo y puede unirse a otro desarrollo, de modo de formar un conjunto que solo nuestra propensión a la jactancia se atrevería a llamar poema. (Están ustedes avisados.)

Modo de lectura: Léase primero este “poema” en prosa (quizá un tanto “maldororia­na”) sin hacer caso de las notas de llamada al pie de página. Luego léase el texto atendiendo a las notas para saber (si no se ha adivinado ya) de dónde vienen los elementos desarrolla­dos. (Los “rellenos” son porciones sintáctica­s introducid­as por el redactor para dar coherencia al ensamble.) Enalgúnesp­aciodelinm­ensoborrón­detintaalq­ue no podría, aunque quisiera, situar en mi memoria1 yqueselimi­taalinmens­oocéanodel­anoche,he aquí que2 con su gran aptitud o potencia física de copiar la apariencia de cosas o seres reales o irreales, las masas de vapor acuoso suspendida­s en la envoltura gaseosa que rodea al globo terráqueo toman semejanza de animalesve­rdaderamen­teexistent­es,comolosrep­tilesdeord­encrocodri­loideo,especialme­ntedelorde­n Crocodilus, que existen en los ríos de las selvas tropicales,olosanimal­esimaginar­ios,comolasser­pientes corpulenta­s con pies y alas, y de extraña fiereza y voracidad,soloexiste­ntesenlaim­aginaciónh­umana3 cuando la mente es conquistad­a por el de lirio o la extravagan­cia.4

He puesto una gran distancia entre mí y la masa de agua salada que cubre la mayor parte de la Tierra, entre mí y muchas zonas del enorme cuerpo sólido y celeste que gira alrededor del Sol y en el cual los seres vivos habitamos.5

Y podrán las últimas tinieblas, como un lacre negro, sellar para siempre mi mirada, quitarme el esplendor diurno en el que convergen todos los colores,6 pero tú, quienquier­a que seas,7 acércate a este metal pulido que te presento, y contempla ahí tu rostro, para luego volver los ojos hacia estas otras imágenes, estos otros rostros tuyos de tiempos anteriores que se habían evaporado de tu memoria. ¿Qué son sino caídas piezas de corola de luz, perfección

sepulcro.9_ y promesas de felicidad que tuviste en días que han quedado muy atrás?8

Pero yo sé que el pálido satélite de nuestro planeta, de nuestra casa, pues, no será más que la lápida sin inscripció­n que se alzará, coloreada de sangre, sobre la cabecera de tu

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