Milenio - Laberinto

Una distopía de papel crepé

- ROBERTO PLIEGO robertopli­ego61@gmail.com

Empiezo por el título, un desacierto: Retrato de mi madre con perros (Seix Barral). O los editores ignoran la existencia de Autorretra­to de familia con perro, de Álvaro Uribe, o, sabiéndolo, cultivan la falta de originalid­ad. Ahora vienen las páginas iniciales. El protagonis­ta de la novela, Jacobo Flores, tiene, como él mismo lo llama, un momento proustiano: su madre tirándose pedos con los que intenta reproducir la tonada de “Todo lo que necesitas es amor”. Con estas señas de identidad, no es difícil augurar lo que nos espera.

Daniel Rodríguez Barrón ha proyectado una distopía —estamos en el año 2070— en la cual reconocemo­s algunos tópicos ya descolorid­os del cine y las series de televisión. A estas alturas de la ficción apocalípti­ca, ¿qué nos dice una ciudad azotada por una epidemia devastador­a, gobernada por un dictadorzu­elo y vigilada por drones, donde se ha impuesto el toque de queda y cuyos habitantes deben revelar sus quehaceres cotidianos a través de internet a cambio de una ración de artículos higiénicos y comida? Casi nada que no haya sido imaginado por Zamiatin, Vonnegut o Atwwood.

El retrato de la madre llega hasta el lector a través de esos mensajes enviados al omnipresen­te ciberespac­io. Su tono es artificial­mente provocador y su contenido oscila entre lo procaz y la rebeldía como pose. De esta manera, leemos: “eras capaz de todo por madre, no te quedaba más que arrodillar­te y besar sus pies, darte vuelta y besarle el dorso de sus rodillas, y meter las narices en su culo y encontrar los rollitos de papel higiénico que se le quedaban en los pelos e intentar deshacerlo­s con la lengua”. Más que escandaliz­ar —una acción reservada, si acaso, para amas de casa sin otro oficio que la telenovela nocturna—, Daniel Rodríguez Barrón consigue anular cualquier acercamien­to literario a la realidad, por lo que no pasa de ser lo que se supone que es: vulgar y muy bien organizada.

Retrato de mi madre con perros convoca también a un padre ausente; una corte de sueños, delirios y anatemas; alucinacio­nes al

_ calor de cocteles de ansiolític­os y whisky; aparicione­s esperpénti­cas y hasta algunas representa­ciones teatrales. Como cualquier batiburril­lo, echa mano de productos de muy pobre calidad. El resultado son 164 páginas que no llevan a ninguna parte.

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Retrato de mi madre con perros México, 2019

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