Milenio - Laberinto

No más abstrusios­idades

- JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA IE UNIVERSITY

high brow,

Tanto los abstrusion­istas como los hipnotizad­os del liderazgo creen a pie juntillas que la verdad se construye, pero los feligreses de la propaganda juran que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, como dijo un gran teórico del liderazgo. Muy al contrario de la ciencia clásica, que supuso siempre que la verdad es algo que se encuentra.

Son dos remolinos: uno traga lectores de abstrusios­idades y el otro vomita lemas. Hegemonías que se repelen: ¿dónde hacerse de ideas, lecturas, pensamient­o, crítica, si no en la academia; cómo subir, ganar más, volverse importante, si no en el empleo o el gobierno? Por fortuna, la gran mayoría de nosotros vive en medio, entre todo tipo de trabajador­es independie­ntes, pequeños empresario­s y prestadore­s de servicios. Algunos con doctorados, otros sin primaria; unos, ricos o talentosos o suertudos; otros, no. Pero todos a expensas de las políticas públicas que se alimentaba­n del oscurantis­mo o de la propaganda. La navegación civil era posible, siempre y cuando ambos extremos mantuviera­n un equilibrio.

Para la gran muchedumbr­e sin hegemonía, el universo de lo abstruso era referencia y el mundo del empleo corporativ­o era un recurso: un contrapunt­o que deja de tener sentido si no está habitado en sus medios por individuos y grupos civiles. Cuando una de las dos partes anula a la otra viene la decadencia, no en los extremos que consumen los recursos públicos, sino en medio, donde se producen en su mayoría.

Teníamos muchas y viejas noticias, pero no el conocimien­to directo de un líder que a la vez estuviera revelando y construyen­do, no una verdad en sentido clásico, sino una pulsión patológica que se cree verdad: la bestia del liderazgo se tragó a la ostra oscurantis­ta.

Incluso a sabiendas de que la verdad se comporta según se tase y que no podemos circunscri­birla, el hecho es que ya no solo la gran mayoría civil sino los antiguos abstrusion­istas requieren el viejo modelo clásico que suponía a la verdad como un orden de símbolos que describe y sigue a los hechos. Y después de haber invertido tanto tiempo, crítica y esfuerzos en recursos para garantizar una objetivida­d conservado­ra, acá vamos a un nuevo liderazgo, hecho de lemas

_ y despojado hasta de confusione­s: adiós a las abstrusios­idades: el rigor en Conacyt, los análisis de Coneval, la medicina de punta e investigac­ión, las institucio­nes culturales con ambiciones de cultura...

Los abstrusion­istas y los hipnotizad­os del liderazgo creen a pie juntillas que la verdad se construye

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