Cine, mota e injusticia
En 2015 el poblano Joshua Gil filmó La maldad, su ópera prima, y la estrenó ese año en el Festival de Berlín. Su segunda película, Sanctorum (2019), se presentó en Venecia y ha ganado varios premios nacionales y extranjeros, además de ser la única cinta mexicana de la 69 Muestra Internacional de la Cineteca Nacional; con tintes poéticos y apocalípticos, narra el drama real de campesinos mixes que siembran mariguana para subsistir. Hoy Gil juega ping-pong con Laberinto.
¿Qué es el cine? ¿Shakespeare ya lo dijo todo?
La vida mejorada.
Escribió casi todo, pero ahora tenemos que mostrar eso en la pantalla.
¿Cambiarías los festivales por un gran éxito en taquilla?
Jamás. Mis dos primeras películas tenían que ser como son.
Más bien propone realidades alternas.
Ni al campo ni a la cultura.
Yūgen, una historia de amor entre padres e hijos. Extranjero, William Blake. Mexicano, Juan Rulfo, porque lo suyo es poesía pura.
Sanctorum? ¿Sanctorum es Pedro Páramo en tiempos de narcotráfico?
Sí es uno de mis referentes, igual que la obra de Leonora Carrington y de otros.
Bashō.
A vivir y amar.
La introspección, la espiritualidad. Mouchette.
Son universos diferentes. Hay que usar a los actores que necesite tu película.
Reygadas, mil veces.
Sensei.
Aunque el sonido es una chingonería: 3. Cuando fallece la morra en El laberinto del fauno es magistral.
Wall-e, de Disney.
Reygadas o Iñárritu. Ripstein en una palabra. Roma del 1 al 10.
Una buena escena de Del Toro.
Totalmente cierto. Tengo sus cartas.
El laberinto de la soledad. Tengo un tremendo amor-odio por Octavio Paz.
Una recopilación sobre cine negro.
No lo tengo claro.
De Juan Gabriel, en una mega fiesta. “Hizo lo que quiso”.