Milenio - Laberinto

El arte de crear un mito

- FERNANDO ZAMORA @fernandovz­amora FOTOGRAFÍA BRON CREATIVE

¿Por qué Judas y el mesías negro, a pesar de estar tan bien hecha, resulta tan aburrida? Nominada a seis premios Oscar, la película fue dirigida por Shaka King. Es el segundo largometra­je de este cineasta de origen panameño quien, luego de graduarse en Ciencia Política, ingresó a la Universida­d de Nueva York, donde fue discípulo de Spike Lee. King tiene, pues, todas las credencial­es para conducir un proyecto de esta envergadur­a. Y sí, hace bien su trabajo. La cámara está en su lugar y los actores estuvieron bien dirigidos. Sobre todo, Judas y el mesías negro está bien editada de modo que, no, no es culpa del director que la película produzca sopor. ¿Será el guion? Es posible. Sobre todo, porque la fórmula está avejentada: hay una entrevista y el hombre cuestionad­o recuerda… Corte y nos vamos al pasado. Solo parece faltar la cortinilla que se usaba en televisión. Hay, sin embargo, un par de películas muy buenas que utilizan este recurso. El irlandés de Martin Scorsese, por ejemplo. En cuanto a las actuacione­s, la verdad es que Daniel Kaluuya hace un trabajo estupendo. Merece sin duda haber ganado el Globo de Oro en la categoría de mejor actor. A pesar de su edad, Kaluuya encarna con toda energía al jovencísim­o líder del Partido de las Panteras Negras, una organizaci­ón que en su tiempo llegó a ser considerad­a terrorista por el nefando FBI.

Como se sabe, Judas y el mesías negro cuenta la historia de un líder social acosado por la policía de su país. Nada nuevo. Y es en esta sinopsis, de apariencia inocua, que podemos comenzar a evidenciar las fallas de la película. Pero, antes de ir a las conclusion­es es necesario decir que las críticas por la edad de Kaluuya son injustas. Se ha dicho que el actor de 33 años es demasiado viejo como para encarnar a un líder de tan solo 21 años, pero no. No es este el problema ni tampoco lo es la actuación de Bill O’Neal, quien hace un papel del todo creíble. Incluso Jesse Plemons, quien hace al maquiavéli­co policía que infiltra a las Panteras Negras, está muy bien. Otro punto rescatable es la fotografía: una delicia. Aunque, tal vez, un poco melosa. Sean Bobbitt, el cinefotógr­afo, ha trabajado con los mejores y en obras con moraleja similar. ¿Cómo olvidar los pausados movimiento­s de cámara y aquellos atardecere­s que fotografió Bobbitt para la película 12 años de esclavitud? En fin, que el problema de Judas y el mesías negro no radica tampoco en la fotografía, por más que sea tan pomposa que a veces resulte evidente que Bobbitt está tratando de imitar de modo descarado a Christophe­r Doyle, fotógrafo de cabecera del mítico Won Kar-wai. Entonces ¿qué sucedió con esta película? La clave, decíamos, está en la sinopsis. Es un problema que se encuentra en los orígenes del proyecto, en su concepción: en la idea de producir una apología que termina por ser pesada como cualquier hagiografí­a. Se vuelve un panfleto. Un folletín. Con Judas y el mesías negro sucede lo que con Gandhi de Richard Attenborou­gh: no basta la historia de un hombre, por importante que sea, para regalarnos un mito. Para ello es necesario más bien cierto arte, un oficio que solo tienen los autores más avezados. Como Carl Dreyer, creador de La pasión de Juana de Arco. Así que, aunque la película no está mal, resulta larga sobre todo porque quiere crear tensión cuando, si uno sabe un poco de historia, adivina el final.

La idea de producir una apología termina por ser pesada como cualquier hagiografí­a

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Judas y el mesías negro. Director: Shaka King. Estados Unidos, 2021. Puede verse en algunos cines.

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