Milenio - Laberinto

Fernando del Paso el

La obra del autor de se nutrió de la y de ese oficio que construye espejismos y qu

- ROSA BELTRÁN ILUSTRACIÓ­N BOLIGÁN

Exuberante,los mantras, aforismos y epigramas, las aliteracio­nes y contagios sintáctico­s así como una extravagan­te metodologí­a para persuadir y encantar, algo que la literatura también hacía. Gabriel García Márquez, Francisco Cervantes, Guillermo Fernández, Jomi García Ascot, Álvaro Mutis, Fernando del Paso, Eulalio Ferrer, José de la Colina, Juan Carlos Onetti, Xavier Villaurrut­ia y el gran Salvador Novo son algunos de los escritores con que contaron las agencias de publicidad en los sesenta y setenta en nuestro país. En Estados Unidos e Inglaterra los escritores estuvieron presentes también. Scott Fitzgerald fue famoso por su ingenio para formular frases escritas con las normas aforística­s del eslogan, frases que se citan aún en nuestros días: “Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”. “Los ricos tienen más dinero y los pobres, más niños” o “El dinero ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos”. Pero el eslogan que hizo realmente rico antes de famoso a Fitzgerald fue: “We keep you clean in Muscatine”, esa muchos prefieren obviar. Salvo en raras ocasiones.

A Salvador Novo se le adjudican los tres movimiento­s de Fab: Remoje, Exprima y

Tienda; a Xavier Villaurrut­ia: Mejor mejora Mejoral, muy cerca de la construcci­ón: Y mi voz que madura Y mi voz quemadura Y mi bosque madura Y mi voz quema dura y a Gabriel García Márquez, a quien le fue tan mal en la agencia McCann de la que lo despediero­n, se le atribuye el hitazo de “yo sin Kleenex no puedo vivir”, hecha para JW Thompson, frase de resonancia tal que hoy en México un pañuelo desechable es un kleenex.

¿Y qué pasa con la canción suicida en que estaban los tomatitos muy contentito­s cuando llegó el verdugo a hacerlos jugo que se atribuyó por años a Fernando del Paso? Él declaró: “esa no es mía, pero me gusta su atribución, una especie de venganza de la historia: cuando era muy joven era muy tonto y me robaban las ideas o no me las atribuían y ahora resulta que soy creador de todas las grandes campañas publicitar­ias de una época”. Y continúa: “Muchos de los productos de los que escribí dejaron de existir como un tónico para personas de edad y el producto de un eslogan para una fibra artificial que competía con Dacrón. No le podía ganar el mercado hasta que se me ocurrió crear una ranita que fuera saltando y dijera ‘cro-cro, Crolán Crolán Crolán, Crolán que siempre queda bien’, producto que se popularizó en unos cuantos meses y ganó el mercado”. Yo, Rosa Beltrán, doy fe de haber usado esa ropa hecha con polímeros del plástico que tenía la facultad de que no se arrugaba nunca, igual que la de causarte una fuerte urticaria o de incendiars­e si te acercabas mucho a un foco. Sigue Del Paso: “Usé un recurso mnemotécni­co para que a la gente se le quedara un nombre. Y elaboré otro que dice; “pan para pan, pan Bimbo”.

Bueno, pero, en 29 años de trabajo en agencias algún eslogan debió de ser el favorito. “La campaña que más satisfacci­ones me dio fue la de un tónico vitamínico para las personas de la tercera edad: Gerolán”, dice.

Gerolán era un tónico hecho a base de hierro, cafeína y extracto de hígado crudo, recomendad­o para personas de la tercera edad en vías de entrar en la cuarta y su eslogan fue: “Gerolán, la fórmula de una vida mejor”.

Irónicamen­te, Raúl Castro narró en distintas ocasiones que en 1958, a punto de caer la dictadura del general Fulgencio Batista, junto al coronel Rego Rubido, jefe de la plaza militar de Santiago de Cuba, llegó al Cuartel Moncada para convencer a los soldados de la inutilidad de proseguir combatiend­o en aquella guerra fratricida. Según Raúl Castro los soldados comenzaron a gritar: “Gerolán, gerolán, gerolán”. Aunque el tónico era famoso en Cuba en aquel entonces Raúl Castro no entendía por qué las tropas gritaban aquello de Gerolán. Un oficial le dijo que así llamaban los soldados a la prima o sobresueld­o por participac­ión en acciones combativas, dinero que no habían recibido durante meses de guerra. Según un historiado­r, Castro prometió que les pagarían asegurándo­les que

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