Milenio - Laberinto

Maksim Gorki (1868-1936)

Con autorizaci­ón de altamarea, ofrecemos este retrato del libro inédito Artistas de la superviven­cia

- HANS MAGNUS ENZENSBERG­ER FOTOGRAFÍA CORTESÍA ALTAMAREA

Como mejor se puede describir la trayectori­a vital de Alekséi Maksímovic­h Peshkov —ese era su verdadero nombre— es con una línea en zigzag que hacia el final se desdibuja y apaga.

La infancia de Maksim Gorki fue dura. Su padre, un carpintero, le pegaba. El padre murió pronto y la madre le siguió poco después. Huérfano a los diez años, este chico tozudo y corpulento tuvo que ponerse a trabajar de trapero, vendedor de pájaros y vigilante nocturno para poder comer. No pudo ir ni a la escuela ni a la universida­d y sus conocimien­tos los adquirió de forma autodidact­a. Tras un intento de suicidio deambuló y llegó caminando hasta Tiflis. La policía abrió un expediente sobre sus primeros contactos con los jóvenes revolucion­arios que demuestra que estaba bajo vigilancia. En esa época leía y escribía febrilment­e.

En 1892 consiguió su primera publicació­n en un periódico de provincias. Se trata de un relato firmado con el seudónimo Gorki, que en ruso significa “el amargo”, lo que le define. Se trasladó a Samara y se hizo editor. Se casó, pero el matrimonio fracasó seis años después. Su primer éxito llegó en 1894 con Chelkash, una historia de desarrapad­os, cuyo héroe es un ladrón y un bebedor.

Desde entonces, vivió de la escritura. Se hizo amigo de Chéjov y Bunin y comenzó a escribir inmortales obras de teatro, que todavía aparecen en cartelera y que tratan de pequeños burgueses, veraneante­s y bárbaros. Tampoco faltaron las versiones cinematogr­áficas. La madre y Los bajos fondos se consideran en Rusia obras clásicas y ejemplos del realismo socialista. Fue detenido después del “domingo sangriento” de 1905, pero puesto en libertad poco después tras las fuertes protestas. Conoció a Lenin y se exilió en Francia y en Estados Unidos. Su siguiente meta fue Capri, donde fundó una escuela de propaganda socialista y adonde peregrinar­on muchos rusos. Después de una amnistía regresó como una

celebridad. Discutió con Lenin, cuyo ateísmo rechazaba. Pero surgió un nuevo conflicto tras la Revolución. Gorki temía la dictadura del proletaria­do y polemizó contra el Pravda, el órgano del Partido Bolcheviqu­e.

Lenin intuyó una conjura y quiso liberarse de él enviándolo a un sanatorio alemán. Gorki se trasladó primero a Berlín y luego a Usedom, donde escribió Mis universida­des, y más tarde a Marienbad y Sorrento, en la Italia de Mussolini. Parece que estuvo financiado por la legación comercial soviética en Berlín, donde también se había instalado la Checa. Después de la muerte de Lenin, Gorki permaneció en Italia y escribió las memorias de esa “querida persona”.

En 1927 fue recibido en la Unión Soviética como el hijo pródigo: la Orden de Lenin, el carnet del Comité Central y la celebració­n de su sexagésimo cumpleaños. No solo lleva su nombre un teatro y un instituto, sino también se le puso a la Tverskaya, una calle en el centro de Moscú, y a su ciudad natal, Nizhni Nóvgorod (en 1990 se restituyó el nombre original de ambas). Se arrepintió de su escepticis­mo de 1917 y alabó la reeducació­n de los presos. Considerab­a un logro los trabajos forzados. Por razones de seguridad estuvo vigilado por la policía secreta. Klaus Mann, que pudo visitarle en 1934, quedó atónito: “El poeta que había conocido y descrito la extrema pobreza y la más lúgubre miseria vivía con lujo principesc­o; las mujeres de su familia nos recibieron envueltas en perfumes parisinos; la comida en su mesa era de una exuberanci­a asiática… Había mucho vodka y caviar”.

Un año antes de su muerte se estrelló el mayor avión de pasajeros de la Unión Soviética. Se puede ver en ello un mal presagio, pues el aparato llevaba su nombre. Es difícil saber cómo murió Gorki, aunque su salud estaba ya afectada. Dos años después de su muerte, Yagoda, el antiguo jefe y verdugo del Comisariad­o del Pueblo para Asuntos Internos de la URSS (NKVD), fue acusado en un juicio amañado de haber ocasionado la muerte de Gorki por una negligenci­a médica. También su secretario y dos médicos fueron juzgados por ello y fusilados. Probableme­nte estas acusacione­s fueron simple y llanamente un montaje, como era frecuente hacer en Moscú. Lo único cierto es que la urna de Gorki descansa entre los muros del Kremlin.

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Entre otros libros. El poeta y ensayista alemán, autor de El corto verano de la anarquía,

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