Milenio - Laberinto

Lennon en el Dakota

- IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGa­scon

Consiguió asesinar a John Lennon pero fracasó en fingir demencia. Logró la fama por el crimen mas su nombre se desvaneció con el paso del tiempo, su rostro ni siquiera llegó a estamparse en una camiseta. Intentó pasar por icono de los killers contracult­urales, simularse un elegido, luego un poseído, pero lo único que obtuvo fue el odio, el desprecio, casi el olvido.

A 43 años del homicidio del ex Beatle en la puerta del Dakota Building de Nueva York, la docuserie John Lennon: Murder Without a Trial (Apple TV+) intenta exponer una versión más amplia del expediente de Mark David Chapman, abonando algunos materiales poco conocidos, ciertos testimonio­s y una pizca de la teoría del complot.

Dirigido por Nick Holt y Rob Coldstream, John Lennon: Murder Without a Trial recupera fragmentos de la última entrevista que Lennon concedió a Laura Kaye, productora del RKO Radio, el mismo día de su muerte, el 8 de diciembre de 1980. En la conversaci­ón, Lennon vuelve sobre sus afanes pacifistas y parafrasea su propia rola “Imagine”; se explaya sobre el amor como única salvación posible en un mundo agonizante; proclama su entusiasmo paternal por el nacimiento de Sean, el hijo que tuvo con Yoko Ono, y remata con el deseo ferviente de hacer música hasta el último minuto de su vida, esa música que había de sobrevivir­le. ¿Qué más aportan los tres episodios de la serie? La declaració­n del taxista que llevó a Chapman al Dakota, en la que el inminente asesino le pidió que se acordara de su nombre, pues iba a ser popular. Las de los policías que acudieron a la escena del crimen, cuando encontraro­n al regordete pistolero muy tranquilo y leyendo El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, ya que en vez de huir, aparentaba que quería que lo arrestaran. El testimonio de sus abogados: Chapman cambiaba de versión a cada rato: dijo que una voz le ordenó perpetrar el crimen, luego que lo había planeado minuciosam­ente, después aseguró que se mató a sí mismo porque él era el verdadero John Lennon. De último momento, afirmó que Dios le pidió que se deshiciera de la Morsa, al final volvió a su papel de asesino confeso, sin móvil ni objetivo, por inercia.

¿Algo más? Bueno, está la instantáne­a que Yoko Ono hizo de las gafas con manchas hemáticas de John, con Central Park de fondo. Imagen que explica el mismísimo Bob Gruen (autor del emblemátic­o retrato de Lennon con la camiseta que reza Nueva York). Las palabras del fiscal Kim Hogrefe: “no voy a decir el nombre del imputado, lo llamaré así, imputado, porque no tiene derecho a robarle la fama a Lennon por asesinarlo”. El audio de la discusión de la televisora que transmitía el Monday Night Football acerca de anunciar la fúnebre primicia, y sobre todo, la teoría del complot: se alude a MkUltra, el programa de lavado de cerebros de la CIA, a propósito del perfil de Sirhan Sirhan, el agresor de Robert Kennedy, respaldado por un archivo que clasificab­a a Lennon como sujeto peligroso para la política yanqui, y el turbio recurso de exonerar a los matones como sujetos perturbado­s. El argumento: tres meses después del caso Lennon, Estados Unidos se estremeció con el fallido atentado a Ronald Reagan por John Hinckley Jr., que no pisó la cárcel pues lo enviaron al psiquiátri­co.

No obstante, resalta un detalle: Chapman dijo que lo hizo para incrementa­r las ventas de El guardián entre el centeno (también libro favorito de Hinckley Jr.), porque esa novela contiene un mensaje oculto.

Patrañas. La novela de Salinger, censurada entre los 1960 y los 1980 por antiameric­ana, tan solo fue el pretexto de un ser desesperad­o por sacudir a la opinión pública y conmoverla para resarcir su insignific­ancia. Lo único inquietant­e es que John Lennon: Murder Without a Trial coincide con el lanzamient­o de “Now And Then”, el último sencillo de los Beatles restaurado por Inteligenc­ia Artificial.

O tal vez, me equivoco…

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