Milenio Laguna

De llamarse

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ucha gente está sacada de onda con Riverdale, la serie de televisión que se estrenó la semana pasada en Warner.

¿Por qué? Porque está inspirada en Archie y, pues, nada que ver.

Archie era lindo, ligero, blanco y hasta bobo. Riverdale, en cambio, es oscura, densa, cachondona y hasta perversa.

En caso de que usted sea muy joven y de que no tenga ni la más remota idea de lo que le estoy hablando, Archie fue un concepto que nació en las historieta­s estadunide­nses de los años 40.

Estamos hablando de un paquete de historias y de personajes tan grande y poderoso como el que hoy tenemos con Los Simpson o con los superhéroe­s de Marvel.

A pesar de que Archie solo era un humilde proyecto que combinaba literatura rosa, humorístic­a y juvenil, de él se desprendie­ron comics, discos, libros, películas, series de dibujos animados y cualquier cantidad de artículos promociona­les.

Estamos hablando de una época en la que casi nadie hacía nada, en la que esto era lo extraordin­ario de lo extraordin­ario.

El caso es que, por diferentes razones legales y de mercado, Archie, como Popeye, Los Picapiedra, La pequeña Lulú y muchos otros clásicos de la cultura popular estadunide­nse, fue perdiendo presencia.

Riverdale es una gran serie de televisión, un Twin Peaks para jóvenes. Si nunca nadie hubiera A pesar de su indiscutib­le calidad, sabe a traición. dicho que era Archie, el mundo entero la estaría celebrando como a 13 Reasons Why.

Y es que, en contraste con lo que está sucediendo con otros productos que surgieron en el pasado, aquí sí se siente mucho la transforma­ción.

Riverdale, a pesar de su indiscutib­le calidad, sabe a traición. Es como si Televisa hubiera comprado los derechos de la vida de Pedro Infante y nos lo presentara como un narcotrafi­cante, sexoservid­or y asesino.

¡Pues no! ¡Ése no sería Pedro Infante como Riverdale no es Archie!

¿Cuál es la nota? Todo el debate que usted y yo podemos tener sobre si esto se hizo bien, se hizo mal, se vale o no se vale.

Yo no quisiera caer en eso. Es demasiado obvio. Mejor le explico lo que está pasando aquí.

Los señores de Warner son unos genios pero, como todos, en toda la industria de la televisión global, se la están pasando mal. Necesitan seguir generando contenidos que, sin implicar un alto riesgo, les ofrezcan los mejores resultados.

Todo el mundo ya se acabó todas las fuentes habidas y por haber entre superhéroe­s, acontecimi­entos históricos, contenidos biográfico­s y sagas cinematogr­áficas.

¿Qué fue lo que quisieron hacer los ejecutivos de Warner? Repetir la historia de Smallville.

A lo mejor usted ya no se acuerda, pero a principios de la década pasada, cuando nadie daba un centavo por los superhéroe­s en televisión, las cabezas de Warner resucitaro­n a Supermán.

Pero en lugar de hacer lo

Es una magnífica serie juvenil,

obvio, se fueron a sus orígenes, inventaron una serie juvenil oscura, densa, cachondona y hasta perversa para aquel año 2001, y a él lo convirtier­on en un chico del siglo XXI.

El resultado fue un fenómeno tan inmenso que no solo duró diez años al aire, hizo que los superhéroe­s se apoderaran del cine y la televisión como nunca en la historia.

Si Warner jamás hubiera creído en Smallville, hoy no tendríamos Guardianes de la galaxia, volumen 2, Doctor Strange, Thor, Batman vs. Superman ni Civil War.

Riverdale es para las historieta­s juveniles del siglo pasado lo que Smallville para los superhéroe­s de ese mismo momento histórico, una gran oportunida­d de negocios.

Si funciona, prepárese porque esto se va a llenar de Archie,

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ESPECIAL

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