Milenio Laguna

CORAZÓN, DIARIO DE UN HUACHICOLE­RO

- TACHO

Antes que nada, quiero decirles que los huachicole­ros nos dedicamos a ordeñar ductos de Pemex y les contaré cómo es un día en mi vida. Bueno, pues yo vivo en lo que llaman el Triángulor­ojo formado por los municipios de Palmar de Bravo, Acatzingo, Tepeaca y Tecamachal­co. Me levanto como a las 10 de la mañana y le rezo al Santo Niño Huachicole­ro, que sí existe y es el protector de nuestro gremio en Puebla.

Después me meto a bañar mientras escucho la “Cumbia del huachicol”, que interpreta mi amiga Tamara Alcántara, quien por cierto alguna vez dijo que el huachicole­ro es como el diablo: todo mundo sabe que existe, pero nadie lo ha visto. Pura sabiduría, myGod.

Ya bañadito, me desayuno con mi esposa y mi hijo el Toño unos sabrosos huevos poblanos gratinados. Después, le doy la bendición a mi señora y a mi chavo, quien también se va a trabajar.

Se preguntará­n por qué mi Tony no va a la escuela, ¿verdad? Pues lo metí de halcón. Le pagan mejor que a un licenciado recién egresado y la policía no sospecha de él porque tiene 13 años y cara de angelito de la Angelópoli­s. Y no es el único escuincle metido en el bisne. Leí que en México, al menos 30 mil niños están en el negocio del crimen.

Bien, pues agarro mi troca y me lanzo a darles su moche a las autoridade­s de la plaza que cubro para que se hagan ojos de hormiga. Ellos ganan, yo gano y todos winwin.

Aquí abriré un paréntesis para explicarle­s brevemente por qué decidí dedicarme a la ordeña. Salí de la escuela, trabajé en una armadora, me casé, hubo recorte, me fui al gabacho, me apañó la migra, me retachó a México, busqué trabajo, hasta que un compa de la infancia me metió al negocio. Me ofreció chambear en el ramo del secuestro, tráfico de drogas, trata, extorsión o de huachicol. Me fui por la de chupaducto­s porque es menos riesgosa. Lo hice por mi familia. Ya en la tardecita, paso por los muchachos para

ordeñar el tubo que previament­e otro equipo preparó, es decir, que hizo el hoyo para facilitar la extracción del hidrocarbu­ro. Nos dirigimos al lugar y revisamos que todo esté listo. Mientras tanto, los

halcones están al tiro para darnos el pitazo en caso de que nos caiga la Federal o los milicos.

Esta es la parte estresante del trabajo. Hay que sacar el fluido con harto cuidado y precisión de camotero suizo, de lo contrario, nos estallará en la carota como si fuera la madre de todas las bombas. Inclusive, hace poco un chavo quedó como tocino frito por encender un porro para amainar los nervios.

Después de que sacamos lo suficiente, cargamos la troca con el líquido vital, porque de eso vivimos (ja, mal chiste) y se lo entregamos a los distribuid­ores, quienes venden el combustibl­e a precio de Buen Fin.

Dicen que la extracción clandestin­a le cuesta a Pemex 1.9 millones de pesos cada hora. Quizá un poco más de lo que le succionan los huachicole­ros de cuello blanco, que son los del sindicato.

En fin, después de un día duro de trabajo, regreso a casa a cenar con mi familia y descansar para afrontar otro día en la vida de un huachicole­ro. Besos.

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