Milenio Laguna

Museo de la Moneda retoma sus bríos pese a indiferenc­ia

José Luis Ruiz Sánchez, coleccioni­sta, retorna su patrimonio al espacio público para que la población disfrute de los fantástico­s mitos y leyendas que generan las monedas

- Torreón

DLilia Ovalle / e los 8 Reales a la forma en que el dinero tomó por nombre el de “peso”, la historia de las monedas es parte de la vida nacional. El coleccioni­sta se acerca así a ellas por instinto hasta que cobra conciencia plena de que sus manos no sostienen un pedazo frío de metal sino la historia de las naciones contada en dos caras.

El Museo de la Moneda en el Día Internacio­nal de la Numismátic­a, toma nuevos bríos a pesar de la indiferenc­ia que ha mostrado el propio ayuntamien­to de Torreón a través de su Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE), desde donde se ha registrado en documentos oficiales el deterioro que ha sufrido el recinto desde hace tres años al inundarse con agua del drenaje, sin que se haya obligado a la realizació­n de trabajos de remediació­n.

La cultura como patrimonio ciudadano en este museo estuvo en peligro, motivo por el cual su directora, Tensy Garza, ante el riesgo entregó la mayor parte de su acervo que se encontraba en comodato. Ahora José Luis Ruiz Sánchez, coleccioni­sta y amigo del Museo de la Moneda, retorna su patrimonio al espacio público para que la población pueda disfrutar de los fantástico­s mitos y leyendas que generan las monedas. “El 11 de mayo pero de 1535, el rey Carlos I autoriza la emisión de monedas en el continente Americano, en lo que es actualment­e México, pero esta noticia se difunde hasta 1536, en marzo, por eso se determina en abril de ese año la emisión de las primeras monedas en todo el continente”, explica Ruiz Sánchez.

Luego de traer la primera máquina para acuñarlas, la primera casa de moneda se fundó en América. Este experto explica que las primeras piezas eran rústicas; denominada­s macuquinas (mal hechas) por su confección realizada a martillazo­s, los diseños se establecie­ron luego para que no fueran pulidas o cortadas, y de esta forma mantener su peso correcto. “Por estar mal hecha la moneda se prestaba a la oportunida­d de cortarle un pedacito, y luego otro, y más si se podía. Llegaba a un punto en que se debía pesar la pieza para establecer su verdadero valor, de ahí surgió el nombre de ‘peso’. Hay ahora muchas monedas que le dan identidad al país y al ser colecciona­bles son muy caras”. José Luis Ruiz Sánchez, coleccioni­sta, y Tensy Garza, directora del Museo de la Moneda.

La moneda emblemátic­a de la región es Muera Huerta. Acuñada en Cuencamé, Durango, una pieza en excelente condición podría adquirir un valor superior a los 50 mil pesos. José Luis Ruiz Sánchez acotó que al Museo de la Moneda llega la gente buscando “lo que hizo Villa”. “Aquí hay monedas de Aguascalie­ntes, de Chihuahua y la que se hizo en Cuencamé, Durango en 1914. Villa ordenó que se hiciera y se las encargó a los generales Severino Ceniceros y Calixto Contreras. Muera Huerta se acuñó por dos motivos; en 1911 Villa fue detenido por el ejército de Huerta acusado de robar una yegua del propio Victoriano”, detalló el entrevista­do quien ahonda, por instrucció­n de Francisco I. Madero, se suspendió la ejecución de Villa.

El segundo motivo se suscitó en 1913 cuando Huerta asumió el poder y mandó a asesinar a Madero y José María Pino Suárez. Pancho Villa cobraría venganza con acciones concretas y una de ellas fue el acuñar una moneda que sin duda llamaría a la venganza y pondría en riesgo la vida de sus portadores. “Huerta al tener conocimien­to de esa moneda dictó una sentencia para que todo aquel que tuviera esa moneda fuera ejecutado inmediatam­ente. Así desapareci­ó y ahora encontramo­s monedas escondidas”.

A pesar de su mala factura, dentro de las monedas macuquinas se encuentra la más cara en México. Se trata de una que se elaboró en 1538 de 8 Reales. La producción alcanzó sólo tres unidades; una se encuentra en una colección privada en México; otra más se subastó el año 2010 en los Estados Unidos alcanzando un precio de 2.5 millones de dólares. La otra moneda está perdida. “La importanci­a de tener un Museo de la Moneda en Torreón es mayor. Los coleccioni­stas llegan y se impresiona­n y emocionan; antes nos daban mucha historia en la escuela, no sé ahora cómo estén. No es ver dinero sino el ver la historia a través de las monedas”, apuntó el coleccioni­sta.

Y el contar con una sucursal del Banco de México en la ciudad habla de su importanci­a y su esplendor, ambos desapareci­dos tras el paso de las décadas: “Yo cuando tenía diez o doce años disfrutaba de los desfiles. Venían también de El Vergel; los camiones llegaban llenos de uvas y muchachas entregaban racimos enormes de vino. Era una tierra de abundancia”, dice Ruiz Sánchez.

Por su parte la directora del Museo de la Moneda, Tensy Garza, dijo que una pieza puede ser reflejo de la identidad mexicana. Después del Día internacio­nal de la Numismátic­a, que celebrarán con una agenda propia, viene la semana internacio­nal del Museo a la que se sumarán ofreciendo la historia de las piezas como clave para entender a la cultura mexicana.

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LILIA OVALLE

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