El pueblo alemán sí quería la paz
Si firmaban la paz los iban a incluir en el famoso club de la Liga de Naciones
El pueblo alemán si quería la paz. Estaban hambrientos, heridos, cansados, muertos, tristes. Y como los delegados y autoridades no la pasaban igual de mal, se daban el lujo de ponerse tremendos moños para no firmar.
Por entonces se les hizo otra ofertilla a los alemanes. Si firmaban, también los iban a incluir en el famoso club de la Liga de Naciones. Donde por cierto a México no le dieron chanza de pararse ni en la puerta. Ya los alemanes eran los parias del mundo. Su ruina estaba por ser total.
En aquellos años, la gente vivía su vida en los oficios y labores que le tocaban en el mundo. Al ser declarada una guerra, los hombres se enlistaban de manera voluntaria. Es posible que esto no pasara en los tiempos que corren.
La Catedral de Notre Dame elevó un réquiem para los abogados del Foro Francés que se habían enrolado en su ejército y habían muerto en combate. Ver a un abogado en un contingente bélico, sería hoy una cosa rarísima, al menos del lado occidental.
Según el último censo, había en nuestro país alrededor de veinte mil chinos. Tong Sieng, encargado de negocios chino en México, declaró esto porque por ahí andaba el rumor de que estaban llegando chinos por millares.
Quien sabe como estaría el movimiento, pero al general Cándido Aguilar, al que algunos andaban promoviendo para quitarle el puesto de embajador en EU al señor Bonillas, declaró en EU que el presidente don Venustiano Carranza no se iba a reelegir. Ni chanza le dieron. Pero mientras, perseguía encarnizado a Villa y a Ángeles.
En San Pedro de las Colonias se nombró una comisión para que investigara los tortuosos procederes de los funcionarios municipales, que siempre son de lo más mañoso, no nada más por allá.
Alarma en la región, por que en Jimulco salió una gavilla de malandros que ya habían quemado varios puentes del tren en el camino que llevaba al sur. Era información extra oficial, pero si era oficial que ya había salido un contingente de tropas para darles su estate quieto.
Y como ser director del Ferrocarril mexicano era como ganarse la rifa del tigre, se decía que el duranguense Felipe Pescador, a la sazón directivo del tren, iba a renunciar. Pero eran puros rumores, nada confirmado.