Alianza sí. Pero… ¿quién se va a sacrificar?
Le urge una reforma de fondo al sistema político mexicano. ¿Les parece normal a ustedes que el futuro gobernante de esta nación vaya a ganar con apenas un tercio de los votos? ¿Qué representatividad puede tener alguien que es rechazado por las dos terceras partes del electorado?
La gran mayoría de las personas que frecuento no quieren a López Obrador ni en pintura. Pero el señor, dicen, podría llegar a ser el próximo presidente de la República. ¿Eso queremos, que llegue al poder un sujeto que anuncia, desde ya, que va a cancelar el proyecto de infraestructura más importante de los últimos decenios, que propone la incautación de los fondos de pensiones para abastecer las arcas públicas, que plantea la construcción de refinerías costosísimas cuando las podríamos comprar, a precio de saldo, en los Estados Unidos y que, al más puro estilo de los populistas, promete soluciones fáciles a problemas complicadísimos siendo que carecerá totalmente de los apoyos legislativos para alcanzar sus designios?
Y, para quienes rechazan visceralmente a los otros partidos, a ese PRI que los ha sojuzgado durante tantísimo tiempo, a ese PAN en el cual han medrado, desafortunadamente, algunos personajes tan corruptos e impresentables como el más podrido de los priistas (para mayores señas, ahí tenemos al insigne ex gobernador Padrés, de Sonora, un pillo de altos vuelos), a ese PRD especializado en las más trasnochadas y nocivas prácticas clientelares, a ese PT que se vende al mejor postor y a esos extraños institutos políticos trasmutados en negocios personales gracias al dinero de nuestros bolsillos, ¿el triunfo de alguno de los posibles candidatos dará satisfacción al mexicano necesitado de respuestas y soluciones concretas a sus exigencias ciudadanas?
El brillantísimo Ricardo Anaya y la muy sensata Alejandra Barrales proponen una alianza electoral para las presidenciales de 2018, o algo así, y de tal manera lograr mayores índices de representatividad. Pero, ¿quién va a ser el candidato? Su simple designación implica el total sacrificio de los aspirantes de casa. O sea, la cuadratura del círculo.
Lo mejor, entonces, es que imitemos a los franceses: segunda vuelta y, luego, otra ronda de elecciones legislativas. O sea… (también) la cuadratura del círculo. ¡Uf!