El pantano de la inmundicia
Resulta tedioso escribir en torno a la partidocracia: sus “campañas electorales”, sus trapacerías, sus personajes picarescos, sus inmensas “raterías”, sus lamentos, sus orfandades políticas y toda la nómina de pillos que la integran.
Las “elecciones” en el Estado de México son un “modelo”, un compendio de trucos: uso del presupuesto para comprar votos, candidatos dinásticos, “candidaturas” para chantajear y hasta sorprendentes intenciones de voto para partidos en quiebra.
Entre los ciudadanos del “estado” hay una combinación de tristeza, rabia y conformismo ante la escandalosa suma de lana destinada a la compra de votos que realiza el PRI por todas partes y en todos los “sectores”, medrando con la miseria de millones.
Es patética la candidata del PAN cuando habla, peor aún cuando calla ante el manejo de mil millones de pesos dados por el gobierno federal para una supuesta fundación para migrantes.
La candidata de Morena es una sorpresa en todos los sentidos. Sus orígenes populares, su condición de mujer y de profesora son sus virtudes. El uso de su gobierno en Texcoco para practicar “descuentos” a sus empleados y sus “adherentes” de última hora, apenas ayer considerados por AMLO como partes “de la mafia” y causantes del “fraude” de 2006, son impresentables.
La obscena “intervención” del Peje (que no es “lagarto”) ofende a Delfina Gómez, a los electores y a cualquiera con mínimo de memoria y sensatez.
Aunque es una especie de “caballo negro”, el candidato del PRD es, a pesar de sus virtudes, sospechoso, aunque le ha dicho sus “verdades” al Peje como casi nadie se atreve.
Mientras la partidocracia se solaza en el pantano de la inmundicia, las ejecuciones son el pan de cada día. La sociedad entera está bajo el riesgo de ser víctima de los sicarios de todo tipo, sin la menor posibilidad de frenar la impunidad.
La pobreza y la desigualdad solamente sirven para el “análisis” de todo tipo de “pobretólogos” sin ninguna perspectiva de al menos frenarla.
Todas las letanías invocando la “salvación” y condenando a los “demonios” únicamente sirven para ensuciar y desprestigiar cada vez más a la política.
La decadencia pareciera infinita, sin salida.