Milenio Laguna

Verdadera Calidad Humana

- Luis Rey Delgado luisrey.delgado@grupolala.com

Admiramos a personas, familias o institucio­nes que están basadas en principios sólidos y hacen bien las cosas. Nos admira su fuerza, su prestigio, su madurez. Y nos preguntamo­s: ¿cómo lo logran?, ¿cómo podría yo aprender a hacerlo así? Y a veces buscamos la clave en cuestiones que no pertenecen a la sustancia. Quizá busquemos un consejo que sea de solución rápida, como si fuera cuestión de sencilla cosmética de los valores.

Debido al afán por los remedios rápidos, ha surgido una extensa literatura dedicada a la efectivida­d personal, que a menudo parece ignorar el proceso natural de esfuerzo y desarrollo que la hacen posible. Es el esquema del «hágase rico en una semana», «aprenda inglés sin esfuerzo», «cómo ganar un montón de amigos», «cómo causar buena impresión», etc. Lo habitual es que esos libros proporcion­en una serie de consejos para solucionar problemas superficia­les, pero suelen dejar de lado las cuestiones de fondo.

Los autores que han estudiado seriamente las claves del vivir con acierto, se han centrado básicament­e en que la persona asuma principios y valores como la honestidad, la justicia, la generosida­d, el esfuerzo, la paciencia, la humildad, la sencillez, la fidelidad, la prudencia, la lealtad, la veracidad, etc. No como una cuestión cosmética, sino profunda, que busca cambiar por dentro a la persona, constituir hábitos y rasgos que conformen con hondura el propio carácter.

En las labores del campo, como en la vida de las personas, lo normal es –aunque siempre se está expuesto a incertidum­bres–, que al final se cosecha lo que se siembra. Y si no se siembra, si el campo no se trabaja, lo normal es que no se recojan más que malas hierbas.

En la mayoría de las relaciones humanas ocasionale­s, se puede salir del paso mediante técnicas superficia­les que dan resultado a corto plazo. Y ciertament­e se puede producir una impresión favorable ante otras personas mediante el encanto y la habilidad personales, o mediante cualquier técnica de persuasión, pero esos rasgos no tienen ningún valor en relaciones personales significat­ivas, prolongada­s y profundas.

Podemos producir de modo ficticio una buena imagen en un encuentro o un trato más o menos ocasional, pero difícilmen­te podremos mantener esa imagen en una convivenci­a de años con los hijos, con la pareja, con compañeros de trabajo o con los amigos (y menos con nosotros mismos). Si no hay una integridad personal profunda y un carácter bien formado en principios y valores, no tendremos una verdadera calidad humana y tarde o temprano los desafíos de la vida sacan a la superficie la verdad personal.

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