ueve meses es el tiempo de gestación de un ser humano, por ello es que este plazo es tan significativo en todas las actividades de la vida.
Hago esta reflexión (bastante simplista, lo admito) para hablar de la temporada de El hombre de La Mancha, musical que enteramente actualizado conquista a todos los espectadores desde hace nueves meses que arrancó su temporada. Inspirado en la llamada obra cumbre de la literatura española, escrita por Miguel de Cervantes Saavedra, este musical es una de las obras clásicas del género, que en el medio siglo que tiene de vida ha sido llevada a los escenarios (teatrales, televisivos y cinematográficos) en infinidad de ocasiones. Pero es tan dúctil y rica, que se presta a decenas de interpretaciones. Las hemos visto buenas, malas y regulares. Hoy estamos frente a una realmente excelente. Esta propuesta que comanda el productor Morris Gilbert cuenta con el respaldo de Tina Galindo, Claudio Carrera, Federico González Compeán y Julieta González, que en las últimas décadas han estado al frente de los montajes teatrales (musicales y no) más importantes y exitosos que se han presentado en nuestro país. De igual manera, este montaje cuenta con el talento y la experiencia de algunos de los creativos más reconocidos del teatro en México. Mauricio García Lozano (dirección de escena), Jorge Ballina (escenografía), y Violeta Rojas (vestuario), entre otros, quienes han construido una puesta en escena que viene a dar nueva vida a una historia de siempre. Sorpresas, humor, genialidad, frescura, emotividad, inspiración, muchos y diversos son los estímulos que el espectador recibe a lo largo de las dos horas (corridas) que dura la puesta en escena. Los músicos sobre el escenario, el juego de teatro dentro del teatro, pero sobre todo un talentoso elenco, encabezado por Benny Ibarra (Cervantes/Quijote), quien sorprende por su enorme capacidad actoral. Hijo de tigre pintito, y este actor y cantante lo hace cierto al pie de la letra. Guadalupe Lancho (Aldonza) y Carlos Corona (Sancho) completan el triángulo protagónico de esta puesta en escena, para la que todos los 10 son no solo justos, sino insuficientes.