Estación al 18
Los partidos han involucionado. Los significativos recursos públicos los destinan en buena parte a sostener una burocracia improductiva. El dinero ilegal en campañas fluye. Están ausentes en la tarea de formar ciudadanía, incluso entre sus miembros
Las elecciones de hoy son la última estación en el trayecto a las elecciones de 2018. Los tiempos han cambiado, aunque persisten vicios de antaño. La democracia electoral en México es realidad y desde la perspectiva mundial es ejemplar. Ha sido considerable el esfuerzo del país para contar con instituciones y procesos electorales confiables. Lo notable en buena parte se explica por los cuantiosos recursos que se aplican a la organización de las elecciones y a la financiación de los partidos.
Las instituciones electorales —INE y Tribunal Electoral— son mejores que los partidos. La mayor debilidad de la democracia está en la cerrazón de los partidos a la sociedad, a la ausencia de una democracia interna que a todos compromete, incluso al PAN que ha sido el de mayor tradición para resolver democráticamente la competencia interna. Los partidos han involucionado. Los significativos recursos públicos los destinan en buena parte a sostener a una burocracia improductiva. El dinero ilegal en campañas fluye. Los partidos están ausentes en la tarea de formar ciudadanía, incluso entre sus propios miembros.
Los partidos transitaron por la democracia, pero la democracia no transitó por los partidos (Liébano dixit). Esta debilidad ha afectado seriamente a las instituciones representativas y al conjunto de la política. Es problema de todos, incluso de Morena, el partido más reciente, con un significativo respaldo político y que hizo de la honestidad su rasgo diferenciador. En todo el mundo los partidos históricos están en crisis, pero en México el problema es más serio y profundo no solo por la relación indebida con el dinero, sino por su distancia con la sociedad que asumen representar.
Los momentos son difíciles para todos los partidos gobernantes. Estos son tiempos de alternancia y la población ha perdido el miedo y está dispuesta a votar por propuestas antisitémicas o populistas. El pragmatismo desdibujó ideológicamente a los partidos y esto tiene consecuencias para la representación política. Brasil es una lección sobre las consecuencias de proyectos políticos que hacen de la lucha contra la corrupción bandera; muy pronto éstos derivan en más de lo mismo. La clave de una democracia eficaz para un buen gobierno no es a quien se elige, sino quién elige.
El déficit de ciudadanía es común a todas las democracias, de otra forma no se entiende el voto mayoritario en Inglaterra para salir de la Unión Europea o el de los estadunidenses para hacer a Donald Trump presidente. El pueblo sí se equivoca, pero más vale que sea el pueblo el que decida y no una minoría. Las insuficiencias de la democracia no son razón para desacreditar a la voluntad mayoritaria, tampoco a la democracia como método para renovar gobierno o la representación política.
El reconocimiento del resultado adverso es la prueba de ácido para la madurez democrática. El PRI, con todos su inconvenientes, problemas y defectos, es la organización más dispuesta a reconocer el desenlace no favorable. Diego Fernández de Cevallos fue el primer candidato presidencial competitivo en aceptar el
En todo el mundo los partidos históricos están en crisis, pero en México el problema es más serio y profundo
resultado; le siguió Labastida, pero no lo hizo con la oportunidad obligada porque él y los suyos no entendieron el momento histórico para el país y para el mismo PRI al dar tránsito a la primera alternancia por la vía más civilizada. Su vacilante decisión y falta de perspectiva llevó a que fueran primero en dar ganador a Vicente Fox: Cuauhtémoc Cárdenas, Woldenberg desde el IFE y Ernesto Zedillo presidente.
El PRI vive momentos muy difíciles. Podría tener dos triunfos o quizás ninguno. Si prevaleciera en Coahuila sería inevitable el cuestionamiento y la impugnación legal por la grosera intervención del gobernador Moreira en todas las fases del proceso. En Coahuila también se libra la credibilidad de las encuestas convencionales; si el candidato independiente Javier Guerrero obtiene más de 20 puntos, como lo anticipan la encuesta digital de Lebiatán, algo muy serio deberán hacer, ahora sí, las casas encuestadoras que le dieron menos de 7%.
El PAN puede ganar Nayarit y Coahuila; el PRD tendrá dos referencias positivas, el triunfo de la alianza con el PAN en Nayarit y la votación cuantiosa de Juan Zepeda, un candidato desdeñado por todos y que ha sido el de mejor desempeño, lo que habrá de llevarle a la arena nacional.
Lo más relevante se libra en el Estado de México. Allí López Obrador encara una batalla presentando una candidata de origen popular y con vínculos sumamente cuestionables. Allí no gana o pierde Morena, ni Delfina Gómez, sino Andrés Manuel López Obrador. La batalla ha sido intensa y él y Morena acusan importantes heridas que es difícil que un eventual triunfo pudiera sanar, justamente lo contrario, porque el escrutinio hacia él y los suyos, ahora sí va en serio.