Garro, usada por el gobierno en el 68
“He buscado que este reportaje no sea una defensa ni una sentencia de ella, sino una visión crítica para saber qué pasó en ese año”, señala el autor
El gobierno mexicano utilizó a Elena Garro y Helena Paz Garro para atacar al movimiento estudiantil de 1968 y al fi nal ambas terminaron hundidas y desprestigiadas”, asegura Rafael Cabrera, autor del libro Deboolvidarqueexistí (Debate, 2017).
Tras una investigación de 14 años, el escritor y periodista asegura que en ningún documento oficial que se conserve sobre el caso en el Archivo General de la Nación aparecen imputadas la escritora y su hija.
En octubre de ese año, tres días después de la matanza en Tlatelolco, el líder estudiantil Sócrates Amado Campos Lemus acusó a Garro y a Carlos A. Madrazo, ex líder del PRI, de estar detrás de un complot comunista para derrocar al presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Ese mismo día Garro citó a los representantes de los medios para dar su versión. Lo negó todo. Así fue publicado en los medios, salvo ElUniversal, que incluyó en su nota una lista de “500 intelectuales” acusados por Garro de estar detrás del movimiento.
Entre los implicados estaban Carlos Fuentes, José Luis Cuevas, Carlos Monsiváis, Leonora Carrington, Luis Villoro, Leopoldo Zea, Rosario Castellanos, Max Aub, Emmanuel Carballo y, por supuesto, el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra. “Afi rmar que Garro delató a los intelectuales es insistir en un lugar común y hablar sin conocer bien el caso. Semanas
antes de esa conferencia, ya a había afirmado que sus con- ntemporáneos estaban detrás dell movimiento”, pero nunca acusóó a alguien específico. “Ella aseguró siempre que Ell
Universal inventó la cifra de los 500 intelectuales y puso los nombres como si hubieran salido de su boca”, insiste Cabrera, que hurgó en archivos personales e históricos, biografías, correspondencia de los involucrados y entrevistas.
Desprestigiada
Elena Garro fue “una contradicción encarnada, una paradoja viviente”, reconoce el autor; sin embargo, añade, “he buscado que este reportaje no sea una defensa ni una sentencia” de la escritora, sino una visión crítica para saber qué é pasó en el 68.
Ese año marcó el inicio del periodo más complicado de su vida. Esto incluye dos “huidas” a Estados Unidos por una supuesta persecución de la Dirección Federal de Seguridad y un autoexilio de más de 20 años en Francia y España, donde llegó incluso a la indigencia.
¿Fue usada por el gobierno?
Fue usada y se dejó usar. Aceptó acercarse al gobierno, porque tenía menos miedo de éste que de “los terroristas”, como llamaba a los estudiantes. El gobierno usó lo que ella decía, y al fi nal la desechó y quedó desprestigiada para los dos bandos. ¿Crees que la historia de Garro ha sido mal contada? Estaba fragmentada e insuficien- temente contada, sobre todo la parte del 68, que significa un rompimiento en su vida, porque ya no pudo recuperar su posición económica ni social.
¿Hace falta reivindicar su figura?
Ese proceso ya comenzó. El año pasado, en su centenario, el Fondo de Cultura Económica publicó su obra reunida y la editorial Cal y Arena también se sumó a este esfuerzo. Hay estudios, hubo coloquios y el gobierno federal tiene un centro cultural con su nombre.
Equivocada
Deboolvidarqueexistí también la génesis de Losrecuerla novela que consagró a Garro como una de las escritoras mexicanas más importantes del siglo XX. El texto estuvo a punto de desaparecer en dos ocasiones. La primera porque Garro la olvidó en un hotel de Nueva York y la segunda porque intentó quemarla, pero los familiares de la escritora lo impidieron. Revela que Octavio Paz gestionó su publicación en España con la editorial Seix Barral, que la rechazó, y luego en México, donde fue publicada con cierta reticencia en Joaquín Mortiz. La pareja Paz- Garro llevaba entonces tres años formalmente divorciada. Cabrera recuerda que Garro fue la precursora del realismo mágico, pero repudiaba el concepto: “¡Todo eso son pendejadas! Y, nomás por no estar en esa banda de pendejos, ya no vuelvo a escribir nunca nada mágico. Estoy harta del realismo mágico”, decía. El libro narra también las peripecias de Juan Soriano, cuando invitaba a su casa a la viuda de Octavio Paz, Marie José, pues el escultor tenía que esconder el cuadro de Elena Garro que coronaba su sala “para que las dos mujeres no se enfrentaran”. La escritora dejó un testamento en el que su amante, el escritor argentino Adolfo Bioy Casares, aparece como beneficiario de su obra, derechos y pertenencias. El documento solo puede ser consultado por los familiares y será público hasta 2028. Al final de su vida, reconciliada con algunos intelectuales como Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, Garro aseguró: “Me equivoqué en todo”.