Milenio Laguna

Asegura una transición tan gradual que no tiene que ser disruptiva

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hizo la Fed durante la expansión cuantitati­va. Por ejemplo, el Tesoro puede trazar un curso generalmen­te neutral al continuar extendiend­o gradualmen­te el promedio ponderado de los vencimient­os de la deuda federal. O bien suavizar activament­e las condicione­s financiera­s al favorecer el corto plazo, como lo hizo la Fed de manera efectiva al quitarle de las manos del sector privado los valores a largo plazo. Finalmente, la emisión de deuda relativame­nte de más largo plazo puede endurecer las condicione­s financiera.

El momento también importa. A finales de verano o a principios de otoño, parece que el Congreso está destinado una vez más a jugar el juego de la gallina con el aumento del límite de la deuda federal. A medida que avanza el reloj y los inversioni­stas se ponen cada vez más nerviosos, la última cosa que necesita el Tesoro es tener que encontrar más compradore­s privados de deuda. Claramente, un plan cuidadoso y cauteloso para reducir el balance de la Fed debe tomar en considerac­ión las posibles complicaci­ones que podrían plantear para el Tesoro en torno al límite de deuda. Si bien la Fed es independie­nte, no hay razón para empeorar activament­e la situación, que ya de por sí se perfila para ser muy complicada. La Fed puede ejercer con la misma facilidad su opción, que utiliza a menudo de aplazar, en este caso la normalizac­ión del balance, hasta que llegue el momento en que no corra el riesgo de agitar innecesari­amente a los mercados.

La presidenta Yellen y sus colegas proporcion­aron sus mejores estimacion­es sobre el efecto de liberar el balance de la Fed. Desafortun­adamente, estas estimacion­es oscurecen más que informan el impacto sobre las condicione­s financiera­s. La Fed no tiene que decidir el impacto del ajuste cuantitati­vo. En su lugar, esa será la decisión de mayor importanci­a del comienzo del cargo del secretario Mnuchin.

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