Milenio Laguna

El dilema de Peña Nieto y el PRI

- ALFREDO C. VILLEDA www.twitter.com/acvilleda

El PRI se esmera en hablar de democracia y de los valores políticos de la competenci­a y la aceptación de los resultados. Del largo camino que ha llevado a construir las institucio­nes que hoy rigen la vida del país. Cuando recibe la orden presidenci­al, emprende con sus aliados reformas a la Constituci­ón, pero cuando la oposición las cuestiona y pide cambios, habla de la imposibili­dad de tocar los artículos de la Carta Magna. El discurso del siglo XX tiene pocos matices respecto a los 17 años transcurri­dos del XXI.

Hoy tiene una larga lista de ex gobernador­es en fuga unos, detenidos en el extranjero algunos más, en la cárcel otros. La generación de mandatario­s estatales que acompañó al presidente Enrique Peña Nieto es un desastre. Pero el discurso no se mueve. Que el PRI sí sabe cómo hacerlo, que se necesita gente con experienci­a, que ahora sí escuchó el clamor popular y las cosas se harán bien.

¿Cuáles son las cuentas que entregará el futuro candidato de ese partido a la Presidenci­a? Las cuentas que deberá ofrecer en la campaña, por supuesto. Sin apostar por ningún nombre, que para eso tienen un jefe que se lo impondrá, sus números en seguridad son peores que los del gobierno federal anterior. En materia económica, el crecimient­o es exiguo tirándole a nulo y la bonanza prometida con la reforma correspond­iente está por verse. En pobreza hay cambios porque se modificó la forma de medirla, pero nada que presumir. Acaso hay atisbos de mejoría en educación, más allá de que el plan es transexena­l.

¿Serán los resultados de cada secre- tario, porque es difícil aventurar que el candidato salga de un lugar distinto al gabinete, los que normen el criterio del Presidente? No es la costumbre y, como se decía líneas arriba, los discursos son los mismos del siglo pasado y no parece que serán diferentes ahora en relación con el tapado. Este hábito los ha hecho perder estados los últimos 20 años, en los que aspirantes relegados se fueron a la oposición, y solo corrigiero­n en 2011 en el Estado de México, cuando se la jugaron con Eruviel Ávila porque Alfredo del Mazo no levantó nunca.

También es cierto que buenos resultados en la chamba no garantizan un buen candidato, pero malos resultados sí pueden hundir al elegido, así sea uno bien adiestrado en las lides proselitis­tas. Ahí está el dilema del Presidente y el PRI.

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