Milenio Laguna

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l planteamie­nto de la historia es, como el título lo anticipa, enigmático:

Un afamado escritor, incluso ganador del Premio Nobel, quien vive solo en una isla de Noruega, cercana al polo Norte, acepta contra su costumbre, conceder una entrevista sobre su último libro, que trata de un pareja de amantes que un día decide separarse y continuar su amor de manera epistolar. Esas cartas forman la novela cuyo título es Un amor inconfesab­le.

Esta es la premisa de Variacione­s enigmática­s, puesta en escena que recién mudó de teatro y ahora se presenta en el sur de la ciudad, en el Wilberto Cantón, por los rumbos de Barranca del muerto.

Escrita por Eric-Emmanel Schmitt, para el regreso de Alain Delon en la escena, Variacione­s enigmá

ticas es, como bien se anticipa en el programa de mano, “un enfrentami­ento dialéctico”, no solo entre un artista y un periodista —un binomio común en nuestros días—, sino entre dos formas de ver la vida, dos mundos y dos realidades enterament­e distintas, dos formas de ver y vivir el amor.

La obra es una especie de matriuska (esas típicas muñecas rusas que van una dentro de otra), pues al avanzar la anécdota el espectador irá descubrien­do un secreto tras otro, para un final realmente inesperado.

Un texto interesant­e, diferente, que para quienes gustamos de la literatura no deja de abrir otro enigma, pensando si el personaje del ganador del Nobel está basado en un autor real… Pero ésa… es otra historia.

En ésta los personajes son interpreta­dos por César Evora, el autor, y por Jorge Salinas, el periodista, y para entender las comillas es necesario ver la obra, pues ése es uno de los secretos.

A César había tenido ya oportunida­d de verlo en teatro, y es, como todo mundo lo sabe, un actor eficiente. A Jorge en cambio, solo pude verlo antes en Aventurera en un personaje sencillo, nada complicado. Hoy Salinas tiene en este montaje un verdadero reto, pues es realmente quien lleva la batuta y va marcando el ritmo que la historia requiere.

Explican también en el programa de mano que el productor, Sergio Gabriel, compró especialme­nte la obra para Jorge, y esperó hasta que él pudiera hacerla. Valió la pena la espera. Buen trabajo de Jorge Salinas. Ojo, un cielo arrugado en una producción que podía ser impecable es un descuido que no pueden permitirse.

Una obra interesant­e, diferente, reflexiva, que bien vale la pena buscar.

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