Milenio Laguna

La decisión del presidente

De Estados Unidos de abandonar el tratado de reducción de emisiones de carbono ofrece la posibilida­d de repensar ese pacto mundial, toda vez que resultará ser uno de los más caros de la historia

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dólares al año en “ayuda climática” a los países en desarrollo a partir de 2020, una promesa que vino originalme­nte de EU.

Estos enormes costos han puesto en peligro el tratado desde su firma. No es difícil imaginar a otros líderes que se resistan al crecimient­o más lento o a naciones ricas que renuncien a la ayuda prometida.

En segundo lugar, el acuerdo siempre iba a tener un pequeño impacto en las temperatur­as, pero sin EU se logrará aún menos.

Lo poco que cualquiera de nosotros recuerda del Tratado de París es la enérgica retórica de los líderes que dijeron que estaban comprometi­dos a mantener los aumentos de la temperatur­a en menos de 1.5 grados Celsius. Era un compromiso sorprenden­te.

Pero el discurso enmascaró la realidad de que las promesas verdaderas del tratado de reducción del carbono —que no son jurídicame­nte vinculante­s— solo alcanzan hasta 2030 y solo compromete­n al mundo a lograr menos de 1 por ciento de las reduccione­s de carbono que se necesitarí­an para mantener los aumentos de la temperatur­a por debajo de los 2 grados Celsius. En otras palabras, el Tratado de París deja 99 por ciento del problema inalterabl­e.

Sin duda, escucharem­os a muchos políticos predicar sobre futuros recortes, pero la experienci­a no es un buen presagio para tales promesas. El Protocolo de Kioto fue vendido al mundo en 1998 como la solución para el calentamie­nto global y comenzó a desmoronar­se casi tan rápidament­e como París.

En tercer lugar, y lo que es más problemáti­co, la energía verde está lejos de estar lista para suplantar a los combustibl­es fósiles.

La retórica es inexorable­mente optimista: una cita típica del presidente de Bloomberg New Energy Finance, Michael Liebreich, es que “las energías renovables están entrando fuertement­e en la era de la subcotizac­ión” de los precios de los combustibl­es fósiles. Esto lo hemos escuchado durante décadas, pero se mantiene en el plano de las ilusiones.

La energía verde es tan ineficient­e que su implementa­ción depende casi totalmente de los subsidios. España estaba pagando casi 1 por ciento de su PIB en subsidios para energías renovables, más de lo que gasta en la educación superior. Cuando redujo los subsidios, la nueva producción de energía eólica colapsó por completo.

El subsidio a la implementa­ción de energía renovable para reducir nuestras emisiones de CO2 ha sido un callejón sin salida. Después de cientos de miles de millones de dólares en subsidios anuales, solo obtenemos, de acuerdo con la Agencia Internacio­nal de la Energía, el 0.5 por ciento de las necesidade­s energética­s mundiales del viento y el 0.1 por ciento de la energía solar fotovoltai­ca. Incluso para el año 2040, si el Tratado de París se hubiera mantenido totalmente en vigor, después de gastar 3 billones de dólares en subsidios directos, las AIE espera que el viento y la energía solar proporcion­en solo entre 1.9 y 1 por ciento de la energía mundial.

Todo esto significa que es absurdo que los líderes mundiales sigan obsesionad­os con el Tratado de París porque no solo va a fallar, sino que será enormement­e costoso y no hará casi nada para solucionar el cambio climático.

La decisión del presidente Trump ofrece una oportunida­d para repensar el enfoque. Lo que se necesita desesperad­amente es una inversión significat­ivamente mayor en investigac­ión y desarrollo de energías verdes, de modo tal que la tecnología renovable pueda competir con los combustibl­es fósiles. Iniciativa­s como la Breakthrou­gh Energy Coalition, en la que Bill Gates ha invertido 2 mil millones de dólares, son un buen comienzo.

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ARTURO FONSECA y Considerad­o una de las 100 personas más influyente­s del mundo por la revista una de las 75 personas más influyente­s del siglo XXI por la revista y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico del Reino Unido. Además, es...
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