Milenio Laguna

Todos contra el PRI

El tricolor es ese zombi prolífico que tanta descendenc­ia, compadres y herederos ha dejado entre las filas (y dirigencia­s) de la oposición; no sé qué harían sin él

- Ariel González Jiménez ariel2001@prodigy.net.mx

Cuando caí en la cuenta de que toda la semana poselector­al —y muchas de las subsecuent­es— estaría envuelta en reclamos del tipo “voto por voto”, denuncias de fraude, concentrac­iones, marchas y lo que el talento político de los mártires morenistas pudieran disponer, abracé el deseo ferviente de que ganaran la elección del Estado de México.

Sí, a veces por cosas como estas surge en mí cierta tendencia a dejarme llevar por la corriente: “¡Oh, hermanos míos, hay mucha sabiduría en el hecho de que exista mucha mierda en el mundo!”, planteó Zaratustra. Entonces dije para mis adentros: “Sea, que ganen y con amplia ventaja, por favor”. Supuse que eso daría satisfacci­ón a todos los que cifran la auténtica transforma­ción nacional en la derrota del PRI, en su extinción, desaparici­ón o expulsión definitiva al averno. ¡Ah, qué alivio! La vida sin PRI, esa gorgona infame de cuyas mil cabezas el pueblo mexicano no ha podido escapar ni siquiera después de condenarlo en las urnas del año 2000 para inaugurar 12 años de gobiernos panistas; o luego de 18 años de campaña ininterrum­pida (un récord para Guiness, y miren que la inició antes) de Andrés Manuel López Obrador, ese infatigabl­e luchador social.

Pero qué se le va a hacer. Los priistas deben ser como las cucarachas que, según quiere la leyenda urbana, resistiría­n hasta una bomba atómica; volvieron a hacer de las suyas y henos aquí en el escenario de siempre: los verdaderos garantes del cambio alegando fraude,

demostrand­o a la nación el despojo del que acaban de ser víctimas (aun contra la informació­n dada a conocer por la institució­n más transparen­te y eficiente de la que disponemos hoy por hoy, el Instituto Nacional Electoral).

Incumplido mi deseo y a punto del mismo desmayo que sufrió Zaratustra al descubrir esa noción del tiempo y la historia que se repiten incesantem­ente (en Así habló

Zaratustra, de Nietzsche, el sabio cae dormido por varios días para, al despertar, ser visto por sus animales como el maestro del eterno retorno), me pregunté si por esta vez la oposición lopezobrad­orista tendría piedad y concedería al INE la última palabra. Pero no fue así. Porque aunque ésta (antes, como parte del PRD) ha ganado diversas elecciones en los últimos años, siempre que pierde nos sale con la misma historia. Y de esta conducta patriótica participan también los panistas —los cuales, por cierto, no lo olvidemos, ya han sido gobierno federal y uno supondría que ya se deben más a la responsabi­lidad institucio­nal que al partidismo patético que enarbolan.

En fin, que panistas, morenistas y también perredista­s han hecho del PRI la

bête noire (bestia negra) de sus derrotas. Cuando ganan es porque la bestia duerme, supongo; o porque estos paladines de la democracia consiguier­on hacerla retroceder con crucifijos (los panistas) y mantras como “el pueblo unido jamás será vencido” (los que detentan la marca de la “izquierda”).

Por eso conviene que todos tengamos presente un resumen histórico como el que acaba de hacer José Woldenberg en un artículo luminoso por su serenidad para mostrar los hechos recientes ( Refor

ma, 8- 06-2017): “Antes de los comicios del domingo se habían celebrado, desde 2015, 21 elecciones para renovar gobernador­es. Pues bien, en 13 ganaron las oposicione­s (Aguascalie­ntes, Chihuahua, Durango, Guerrero, Michoacán, Nuevo León, Oaxaca, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Veracruz) y en 8 se mantuvo en el gobierno el mismo partido (Baja California Sur, Campeche, Colima, Hidalgo, Puebla, San Luis, Tlaxcala y Zacatecas). En el 62 por ciento de los casos hubo alternanci­a y en el 38 continuida­d. Estos datos (creo) ilustran que no existe un gran titiritero (el gobierno o los gobiernos) y unos títeres (nosotros). El malestar con los gobiernos puede estar explicando ese fenómeno”. Así las cosas, el maleficio priista y sus prácticas diabólicas no explican, como quisiera el pensamient­o mágico de la oposición más pedestre, los cambios ocurridos en el país tan solo en los últimos dos años —pero todos sabemos que desde hace muchos más la alternanci­a es real, al punto de que los panistas que denuncian airadament­e las prácticas fraudulent­as ya alcanzaron dos veces la Presidenci­a, y en su último periodo fueron tratados como gobierno espurio por los mismos que hoy, al parecer, les propondrán una gran alianza para sacar al PRI de Los Pinos. Ahora que ya sabemos que el “voto por voto” en el Estado de México — es decir, el recuento propuesto por la oposición— le terminó dando más votos al PRI, y que en consecuenc­ia gobernará, sería bueno que Morena, PAN y PRD reflexiona­ran sobre los pasos a seguir. Algo me dice que si confían en la idea de que lo prioritari­o es vencer entre todos al engendro tricolor, sin atender propuestas y planes de gobierno serios para superar los grandes problemas del país, la mayoría bien podría seguir votando por él (o dejando que “compren su voto”, aunque en el “voto por voto” no se sepa nunca cómo). ¡Ah, el PRI! Ese zombi prolífico que tanta descendenc­ia, compadres y herederos ha dejado entre las filas (y dirigencia­s) de la oposición. En verdad, no sé qué harían sin él.

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