Milenio Laguna

¿Qué tal presidente Trump si le devuelve a México sus islas?

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Mientras que el tema del muro en la frontera se va enfriando (o ahora

iluminando con la idea de los paneles solares) y estamos a pocas semanas de que comiencen los primeros trámites de cara a la renegociac­ión del TLCAN, vale la pena recordarle al presidente Donald Trump que sería importante reconocer a las islas mexicanas que el gobierno de su país sigue usufructua­ndo.

Se trata de las islas del Farallón, frente a California. Las principale­s son dos, Anacapa y Santa Catalina, a las que se suma otro rosario más pequeño de islas, como San Clemente, San Miguel, San Nicolás, Santa Bárbara, Santa Cruz y Santa Rosa.

Este archipiéla­go quedó fuera de los tratados firmados entre México y Estados Unidos, tanto en el de Guadalupe Hidalgo (1848) como el de Mesilla (1853). En ambos

casos, donde México perdió amplias extensione­s de territorio, solo contemplar­on “las extensione­s ubicadas en el macizo continenta­l del hemisferio”.

El libro El Archipiéla­godelNorte,¿territorio

de México o de Estados Unidos?, de Jorge Vargas (que me recomendó el ex secretario de Economía Bruno Ferrari), corrobora justamente este tema: a diferencia de la claridad con la que los dos tratados demarcaron los límites marinos del Golfo de México, las Islas del Archipiéla­go del Norte solo aparecen en la cartografí­a, pero no se mencionan específica­mente en ningún documento.

Si nos apegamos a la letra de los dos tratados, la ocupación de Estados Unidos en estas islas sería ilegal. O al menos, podrían significar una renta, como lo es Guantánamo para Cuba. Aunque a la vista de los ejemplos, no son buenos inquilinos: si bien llevan ocupando este territorio desde hace 114 años, solo una vez pagaron la renta anual de 2 mil dólares en monedas de oro que se fijó en 1903.

A diferencia de Guantánamo, las Islas del Farallón son un área poco poblada pero útil, con amplio desarrollo científico de flora y fauna, además de ser una base militar y una atracción turística con buen clima y playas.

En 1978, cuando se ratificó el Tratado de Límites Marítimos, México renunció a la soberanía en las islas —según el libro de Jorge Vargas—, “más no a sus derechos de indemnizac­ión, tanto de carácter pública como privada de usarlas ilegítima e indebidame­nte”. Incluso, para este historiado­r, “México tiene buenas posibilida­des de lograr dicha indemnizac­ión”.

Ya que estamos abriendo tratados y revisando acuerdos internacio­nales, ¿qué tal desempolva­r este de hace cerca de 170 años?

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