Odio y redes sociales
Al tiempo que las compañías de tecnología y de redes sociales anuncian la realización de acciones para contener la difusión de mensajes extremistas de todo tipo, señalan como una de sus tareas también evitar la propagación de mensajes de odio en sus múltiples versiones: raciales, políticas, sexuales, religiosas, etcétera.
Hay, sin embargo, una labor de proporciones mayúsculas que estas compañías no pueden emprender sin el concurso de los estados y las instituciones culturales. Se trata del odio diseminado en prácticamente cualquier nota y post.
A raíz del fallecimiento del torero Iván Fandiño, muchos comentarios de quienes desaprueban las corridas de toros contenían una virulencia tal que haría suponer débil una cornada ante el odio externado de llegarse a concretar su retórica.
Pero quizá donde mayor es el encono y el odio externado es en los comentarios de las redes sociales. Difícilmente puede sostenerse un debate argumentado ante la facilidad de darlo por concluido a través de mensajes despectivos, humillantes y portadores de un odio al parecer ya normalizado.
Este fenómeno no es producto de las redes; en todo caso, éstas han sido aprovechadas para propagar odio con mayor eficacia que para el encuentro de pueblos, culturas y desconocidos.
La distancia y, por tanto, la incomprensión de lo distinto no ha sido superada por las ventajas de las redes; sí, en cambio, su exacerbación.
Se dice que la lectura y los viajes ilustran. Se suponía que la tecnología aplicada aceleraría tal ilustración. Con lo visto hasta ahora propagado en redes y plataformas digitales, siguen vigentes lectura y viajes como puente de encuentro y, en última instancia, de pacificación y cooperación.
El mundo de la tecnología digital es una gran oportunidad para acelerar “el cuidado de la casa común”; pero ha destacado por jugar un rol sin precedentes como vía rápida en la propagación del odio.
Con todo, la pacificación y el encuentro solidario, pasan por el mundo digital y sus redes sociales.